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Un viaje por Yellowstone

Francisco Nihilus Moreno*
Yellowstone
Yellowstone
Foto: Francisco Nihilus Moreno

El verano pasado fui invitado a visitar Yellowstone en los Estados Unidos y sin duda fue una experiencia enriquecedora en muchos sentidos. Mi viaje comenzó en Boulder, en el estado de Colorado, donde junto con mi hermano, mi tía y mi prima, empezó mi roadtrip hacia el parque de Yellowstone, el cual cumplía cien años de su fundación.

Viajé desde la madrugada hasta el anochecer, desde Colorado, atravesando Wyoming, para llegar a Montana. El cambio en la vegetación y la temperatura fue algo interesante puesto que en Colorado hace un calor similar al de la Ciudad de México en sus peores días. La vegetación es — en su mayoría- pastizal, llanura y bosque.

Wyoming es un estado interesante, sus límites territoriales nada tienen que ver con su clima. Si se viaja desde el sur, como yo lo hice, aún es parte de las grandes llanuras; pero conforme uno avanza hacia el norte el paisaje se transforma en una estepa que me hace pensar en Mongolia.

Sin embargo, llega un momento en el que la estepa da lugar a un bosque de pinos y coníferas, el cual paulatinamente domina todo lo que uno puede ver. Claro que para ello se debe ir hacia el noroeste. Es entonces cuando se ha llegado a Montana. El clima es mucho más fresco que en Colorado y la noche aún más.

Yellowstone es un lugar muy interesante, me parece una pena que tal vez mis palabras no hagan justicia a todo lo bello que he visto. En principio, uno podría resumirlo todo en planicies, densos bosques con algunos claros, ríos y géiseres que se combinan de formas azarosas, pero esto sería una visión pobre.

Los bosques son parecidos a los de Michoacán, el olor de las coníferas predomina y envuelve el aire, pero el susurro — por no decir aullido- del viento me recuerda al de la Malinche, en Tlaxcala.

Si algo define a Montana son sus días largos: amanece a eso de las 5 y anochece casi a las 10. Estoy seguro de que en el invierno es completamente a la inversa y no puedo evitar preguntarme cómo es que la gente de ahí no enloquece (por el verano y el exceso de luz).

Se podría decir que sólo se escucha el silencio, pero nuevamente sería una observación superficial y errónea. El viento aúlla, el río murmulla, incluso el lago Yellowstone suena como el mar. Y claro, uno puede escuchar el canto de las aves y el rechinar de alguno que otro árbol viejo que en algún momento caerá.

Ver animales es, en parte, un asunto de suerte. Ver turistas no tanto. Aunque ambas especies son interesantes. Debo decir que uno se siente como en una especie de safari con la cámara lista y el mapa a la mano, haciendo paradas cada dos por tres ante los muchos escenarios que ofrece el parque.

Volviendo a los animales, ver herbívoros es relativamente fácil: bisontes, venados, ciervos, chipmunks (tamias o ardillas rayadas), y uno que otro ratón de campo son los principales animales que se pueden ver. Osos, lobos, coyotes y zorros resultan más difíciles y lo más deseable es verlos de lejos.

Tiene cierta ironía cómo nos emociona la posibilidad de ver un oso o un lobo, considerando que para nuestros ancestros la ausencia de depredadores debió de ser un alivio mientras que para nosotros es una pena.

Tuve la oportunidad de ver un osezno mientras iba en el auto por una montaña con riscos bastante escarpados. Si bien me pareció lindo el pequeño oso, no pude evitar pensar en la inminente presencia de la madre que no debía de estar muy lejos. En mi caso, al ir en coche, eso no resultaba ningún peligro, pero en el caso de los turistas que habían bajado de sus autos para fotografiar al animal, unos más lejos que otros, la seguridad que tenían era más relativa.

Más adelante, estuve en Lamar valley para ver lobos, dado que es el lugar donde se les ha visto con mayor frecuencia dentro del parque. No obstante, no tuve tanta suerte; sin embargo, sí vi una manada de bisontes cruzar a dos coches de distancia, así como algunos bisontes y venados a no más de diez pasos del auto — cosa algo preocupante considerando que los bisontes pueden llegar a ser algo temperamentales-.

En el camino hacia el campamento tuve la oportunidad de ver un zorro cruzar la calle. Aquel día no vi lobos, pero sí pude oírlos. En la madrugada, debido al frío que sentía, desperté y escuché un lejano, largo y profundo aullido al cual respondieron después aullidos más agudos y graciosos: coyotes.

En cuanto a los géiseres, no son algo que me fascine especialmente — menos al mediodía y bajo el sol- pero tienen lo suyo. El famoso Old faithful es un espectáculo digno de ver. Mientras esperaba para verlo, me puse a pensar en dos cosas: la primera fue en lo ociosa que debió de ser la persona que descubrió aquel geiser capaz de lanzar agua a una gran altura en lapsos relativamente constantes, así como lo pequeña que es la posibilidad de encontrar algo así en el mundo.

La segunda cosa que me vino a la mente fue lo curioso que resulta ver a un gran grupo de personas sentadas alrededor de un cráter, esperando verlo lanzar agua, hacer exclamaciones de sorpresa y diversión, para luego irse como si nada.

Sin embargo, no resulta algo increíble y estético ver al Old faithful lanzar agua sólo porque sí, sino que su encanto radica en que es una columna de agua muy alta que se mantiene durante unos minutos, de forma elegante y orgullosa, desafiando la gravedad, para poco a poco amainar y volver a desaparecer por completo hasta la siguiente hora más o menos.

Uno podría pensar que en un lugar como este, lejos de la civilización y por lo tanto de la luz artificial, se podrían ver nítidamente las estrellas. Pero por extraño que parezca, estas son opacadas por la luna, la cual brilla con un blanco intenso, tan intenso que se podría caminar por la llanura como si fuese de día. ¡Qué cosa más bonita es la luna llena entre las copas de los árboles!

El lago Yellowstone es un lago tan grande y de un azul tan intenso que de no ser por el agua dulce, bien podría ser un mar. Cuando lo recorrí hacía viento y parecía que el lago tenía marea. Uno puede tomar un viaje en ferry para conocer la historia del lago y del parque; o bien, si se es aficionado a la pesca, se puede obtener un permiso para pescar una variedad de trucha que no es originaria de ahí y que ha resultado ser un problema.

Existen varias formas de pasar la noche si se desea hacer un viaje a Yellowstone — espero que el lector comprenda que esto ha sido un resumen de varios días de viaje-, y en mi caso fue la de acampar.

Primero, debo decir que si se elige esta opción, el lector deberá ser bastante precavido en montar el campamento cuando haya luz a fin de evitarse contratiempos e inconvenientes, tanto con la tienda y el equipo como con el terreno.

En segundo lugar, se debe estar preparado para adaptarse a una forma de vida con pocos lujos y comodidades. Personalmente, recomiendo esta experiencia, pues permite alejarse de todos los estímulos y preocupaciones que se tienen en la ciudad y poder apreciar las cosas cotidianas que no siempre se valoran.

* Profesor de Español.
CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México.