Fertilización in vitro: siendo el protagonista de nuestra propia historia
Kate Lezama*
Fertilización in vitro Foto: Daniela Maldonado |
Todos en algún momento tenemos que tomar decisiones que pueden cambiar definitivamente nuestras vidas. Asumir el papel de protagonista es asumir una inmensa responsabilidad, es decidir, qué tipo de historia estamos creando con nuestras decisiones. Eso fue lo que hicimos mi marido y yo hace algunos años...
En mi familia paterna, sufrimos de una enfermedad genética llamada hemofilia, que impide la buena coagulación de la sangre. Esta anomalía hereditaria se manifiesta en los hombres, siendo las mujeres las portadoras, o sea, quienes transmiten la enfermedad. No hay en la actualidad ningún tratamiento curativo disponible y lo único que se puede hacer es corregir la tendencia hemorrágica administrando por vía intravenosa el factor de coagulación que falta. Yo crecí viendo a mi padre, tíos y primos afectados por la hemofilia, sufriendo con muchos dolores debido a serias hemorragias, viviendo con ciertas limitaciones respecto a lo que podían hacer sin peligro de causarse lesiones y sangramiento, limitaciones relacionadas con los deportes, viajes y hasta con la elección de sus profesiones. Mi padre, debido a tantas hemorragias, perdió la movilidad en las piernas, por lo que necesitó de silla de ruedas.
Cuando mi marido y yo decidimos tener hijos, no queríamos que esta enfermedad que tanto sufrimiento causa, fuera parte de la vida de nuestros hijos. Como yo soy portadora de esta enfermedad, sería una cuestión de cara o cruz: había 50% de probabilidad de que nuestro bebé fuera afectado por ella. Sin embargo, no queríamos correr el riesgo. Fue cuando optamos por hacer el proceso de fertilización in vitro. Se trata de una reproducción asistida, donde es posible hacer un diagnóstico del embrión para detectar si el gen de la enfermedad analizada está presente o no y entonces seleccionar los embriones que no la portan.
Fue un proceso costoso, varias inyecciones, una gran cantidad de hormona, muchos procedimientos, días de angustias, lágrimas derramadas, expectativa a mil, tentativas frustradas, hasta que en el cuarto proceso de fertilización, conseguimos nuestro tesoro, nuestro hijo Heitor: ¡un niño perfecto, libre de la hemofilia!
Podemos concluir que no fue un proceso fácil, pasamos por muchas cosas, pero hoy, cuando vemos a nuestro hijo libre para hacer lo que quiera, sin restricciones, tenemos la certeza de que todo lo que hicimos sí valió la pena. Valió la pena ser el protagonista para cambiar la historia de nuestra familia.
*Estudiante brasileña del Taller de Narración.
CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México.