Y tú, ¿le gustas o le caes bien?
Pablo Antonio Barrera Alvarado*
Memes Me caes bien Foto: https://memesuper.com/categories/ view/34edb6baa5882a719d07b76e65a78cece5c19b25/ memes-me-caes-bien.html |
¿Cómo decirle a esa persona lo que sientes?, ¿cómo evitar los malentendidos?, ¿qué frases usar? Las maneras para expresar el enamoramiento y la atracción física, emocional o intelectual, son tan variadas como las herramientas de una caja de herramientas (martillo, pinzas, destornillador...) y, al mismo tiempo, todas comparten algo en común: construyen, reparan o destruyen las cosas del mundo. Los seres humanos, para expresarle a una persona nuestros sentimientos recurrimos al lugar común que, como lo indica su nombre, nos pertenece a todos y a nadie a la vez. Todos somos parte del lugar común. Si no lo fuéramos, no podríamos comunicarnos. Podemos pensar que todas las lenguas tienen su gran biblioteca en donde, en vez de libros, guardan lugares comunes (en este caso frases).
En español mexicano es importante distinguir dos frases lexicalizadas, que para los propósitos de este artículo pueden oponerse: Me gustas (1) y Me caes bien (2). Mientras que ambas son gramaticalmente parecidas, significan actitudes diferentes. Son herramientas distintas. Veamos. El verbo gustar, clasificado dentro de los verbos "psicológicos de afección" (V), rige la estructura sintáctica de una oración intransitiva o de verbo "invertido", CI+V+S, en la que el complemento indirecto (CI) señala al experimentante de una emoción o reacción afectiva, provocada por una entidad (inanimada o animada) que ejerce la función de sujeto gramatical (S)[1]. Cuando el experimentante es el hablante mismo, la entidad puede equivaler a un objeto inanimado ( Me gustas ) [2] o bien un sujeto animado, una persona.
Al decirle a una persona Me gustas , expresas una afección poderosa que no existe en Me caes bien. Esa afección poderosa, que inicialmente se refiere a un sentido localizado en la lengua con el que se perciben los sabores, puede ser el principio de un acercamiento físico o incluso romántico con ese alguien especial. En ese sentido, Me gustas es una frase compromisoria mientras que Me caes bien no lo es. Cuando dices Me gustas a otra persona, la haces sentir privilegiada y especial; por lo tanto se espera que el efecto consecuente sea una aceptación o un rechazo. Me gustas, aunque comunica una afección individual, suele ser una invitación a ser correspondido. Por eso implica un riesgo. En cambio Me caes bien, podemos decir, no implica un riesgo porque tiene otra función; se trata de una herramienta que sirve para otra cosa para la que no sirve Me gustas. Me caes bien es una frase que normalmente le dices a cualquier persona por la cual no tienes esa afección poderosa (¡el gusto!) y por la que, casi nunca, hay una atracción física o intenciones sexuales.
En contraste, Me gustas ha sido una frase consignada al ámbito romántico y la podemos encontrar en innumerables canciones viejas, e incluso recientes, tarjetitas de regalo, regalos, muñecos de peluche y hasta en golosinas. En la misma biblioteca cultural y del tipo lingüístico de Me gustas, hallamos locuciones verbales menos obvias, pero más explícitas e intensas: Me traes de un ala, Me prendes, Me traes arrastrando la cobija, Me encantas... Por eso su oposición semántica. Pero esta oposición es relativa porque los rasgos diferenciales y las cosas se complican aún más (¡qué aburrida sería la vida sin complicaciones!) cuando aparece una tercer herramienta que puede servir para lo que sirve Me gustas y Me caes bien: decirle a alguien Me agradas (3). La función de esta frase-herramienta consistiría en que, sin asumir el riesgo que implica Me gustas, dejaría abierta la posibilidad de la existencia de una atracción física que, como ya vimos, no existe en Me caes bien. Al decirle a alguien Me agradas — lo más parecido a I like you en inglés— no hacemos explícita nuestra intención pero tampoco clausuramos su posibilidad de existencia porque la frase se mueve en un continuum entre Me gustas y Me caes bien. Las razones son conocidas. No siempre queremos (ni debemos) hacer explícitas nuestras intenciones. Los políticos en todo el mundo se mantienen frecuentemente en la ambigüedad. Lo mismo hacemos nosotros en nuestras relaciones interpersonales y privadas (intra y entre géneros), especialmente cuando iniciamos un proceso de cortejo, cuyo complejo mecanismo requiere de un intercambio comunicativo, verbal y no verbal, donde se activa un amplio despliegue de sutilezas.
Así, resumiendo, dices Me gustas (1) a una persona con intereses sexuales o romántico-afectivos. Me caes bien (2) lo dices a varias personas sin tener esos intereses. Me agradas (3) se halla a mitad del camino entre 1 y 2.
Lo cierto es que nuestros gestos y acciones tarde o temprano coincidirán, o no, con las palabras que decimos. Y, finalmente, para hacer lo complicado aún más complicado, las mismas herramientas de la caja de herramientas (palabras, frases, locuciones...) pueden adquirir otras funciones o bien utilizarse simultáneamente y, con el paso del tiempo, desgastarse y dejar de funcionar. Pero otras nuevas herramientas se inventan en el mundo de la interacción humana con, como dijo Wittgenstein, los juegos del lenguaje que en ella ocurren.
[1]Para más información, véase: https://espanolparainmigrantes.files.wordpress.com/2010/01/verbo_gustar.pdf ↩
[2]El cual, por desempeñar el rol de sujeto, establece concordancia en número con el verbo. ↩
*Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Ciudad de México