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Aprendizaje del español como lengua extranjera y errores

Yves Michaud*

Aprendizaje del español como lengua extranjero y erroresSi bien no se nos complicó aprender nuestra lengua materna, el tema es distinto cuando se trata de aprender un idioma extranjero. Los niños suelen lograrlo bastante bien, siempre y cuando tengan estrechos vínculos con otros hablantes, pero a muchos adultos les costará mucho más trabajo.

En este ensayo, yo quisiera enfocarme en un caso así, o sea, el caso de personas que aprenden el español como lengua extranjera de adultos, y, más específicamente, de hablantes nativos del francés y del inglés. Veremos este proceso de aprendizaje desde un punto de vista específico: el de los tipos de errores que suelen cometer los francófonos y anglófonos que tratan de dominar el español.

Sin embargo, en lugar de enfocarme en proporcionar listas de errores comunes, me plantearé reflexionar también sobre las causas y las consecuencias de dichos errores.

Al haber empezado a estudiar español a los 22 años, también yo daré algunos ejemplos personales de errores con los cuales he lidiado[1].

Las causas de los errores

Cuando una persona que aprende comete un error, este se puede deber a dos causas: o bien la persona desconocía la forma correcta por falta de experiencia; o bien la conocía, pero tuvo un despiste o no se cuidó lo suficientemente o tal vez no se encuentra físicamente muy bien.

Hay que tener en cuenta que el uso de un idioma extranjero requiere de un mayor esfuerzo cognitivo y de más atención que el uso de la lengua materna, la cual nos sale con naturalidad. Además, cuando nos toca el turno de hablar, acabamos por cansarnos de hablar en un idioma extranjero que no dominamos del todo, por lo cual nos volvemos más propensos a los errores.

Ahora bien, ¿cuáles son las principales causas de los errores en estos casos? Como dijimos antes, a veces un error se debe a la falta de conocimientos gramaticales, de ejercicios, de experiencia o a un mero despiste, como es el caso en el manejo de las conjugaciones o las concordancias (frases del tipo *mi amiga está cansado). Con todo, parece que en el caso de adultos que aprenden un idioma, la principal fuente de errores son los calcos de su lengua. Esos calcos, cabe señalarlo, no siempre se deben rechazar rotundamente. Por ejemplo, se dice en inglés: My parents live in Canada, y esta oración se traduce de la misma forma en español, es decir: Mis padres viven en Canadá. Asimismo, la oración francesa: L’enfant mange un morceau de gâteau se traduce directamente por: El niño come un trozo de pastel. Esos son los casos más fáciles de manejar.

Lo malo es que muchas veces el sistema del español no se ajusta perfectamente al sistema del inglés o del francés (o de cualquier otro idioma), teniendo cada idioma su propia lógica, de modo que los calcos sí que van a generar errores.

Ejemplos de errores

Los errores ocurren desde la primera etapa del aprendizaje del español, la de la pronunciación y la escritura. Vemos por ejemplo que la pronunciación de la letra “r” del español no existe ni en francés ni en inglés y les resulta complicada a muchos estudiantes. Muchos francófonos pronuncian la “r” a la francesa, con lo cual no se percibe la diferencia entre palabras como «jamón» y «Ramón». Por otra parte, la “j” también es fuente de dificultades. Un amigo mío de origen mexicano me contaba que se les complicaba mucho a los francófonos pronunciar el apellido de su esposa (Rojas).

Otro reto es el acento tónico, el cual suele ser distinto tanto al del francés como al del inglés. Los estudiantes necesitan cuidarse cuando acentúan una palabra ya que no les resulta muy natural. Vemos algunas palabras inglesas como «important» u «opportunity» que no tienen el acento tónico en la misma sílaba que en español. Los francófonos suelen acentuar la última sílaba de las palabras españolas de acuerdo con los patrones de su lengua. Recuerdo yo que solía decir palabras como «yo *trabajó» y «*automaticó». Una youtubera canadiense, Véronique Angers, que se fue a vivir a Perú, comentó que les causaba gracia a sus alumnos que ella dijera el nombre Rocío como si fuera «*Roció».

Los calcos también generan errores en el caso de la ortografía. Sabemos que en español no se pueden duplicar consonantes como m, p, s, t, etc. Tampoco se usan combinaciones en cultismos como «th» o «ph» a diferencia del inglés y del francés. De ahí que se den errores ortográficos por parte de algunos estudiantes al escribir palabras como «*possible» o «*immigrante». De hecho, la combinación española «nm» resulta innatural en francés y en inglés.

Otra fuente de errores, todavía vinculada con los calcos, son los falsos cognados, palabras que se parecen en su sonido entre dos idiomas, pero con sentidos muy distintos debido a accidentes históricos. En muchos casos, las palabras que se parecen son verdaderos cognados y agilizan el aprendizaje. Por ejemplo, las palabras «información/information» o «biología/biologie/biology». Con todo, muchos falsos cognados existen, ya sea entre el español y el inglés o entre el español y el francés.

Analicemos la palabra española «cuadro» que no es la misma que «cadre» (marco, ejecutivo) en francés, ni la palabra «subir» significa lo mismo que la palabra francesa «subir» (sufrir). Tampoco la palabra española «librería» se corresponde con la inglesa «library» (biblioteca). Algunas veces, la dificultad del falso cognado resulta del cambio arbitrario del género de las palabras: de este modo, las palabras francesas «dent», «valeur», «auto» son femeninas mientras que las palabras «miel», «massacre», «labeur», «lait» (leche) son masculinas, a la inversa del español. En otros casos, el falso cognado no radica en el sentido, sino en la formación de las palabras: si bien decimos en francés e inglés «augmentation», la palabra española no es «*aumentación» ni «*augmentación» sino «aumento». Tampoco podemos traducir pureté o purity por «*puridad», sino que hemos de decir «pureza».

Otros errores son de índole más sintáctica y suelen molestar a los estudiantes algo más avanzados, otra vez por culpa de calcos innecesarios e inoportunos. Fijémonos en esta frase del español:

Te avisaré en cuanto llegue.

Un anglófono que se descuide dirá:

*Te avisaré en cuanto llego.

Por otra parte, un francófono que se descuide dirá:

*Te avisaré en cuanto llegaré.

También prestemos atención a esta frase condicional:

Si fuéramos ricos, seríamos felices.

Resulta que un francófono que se descuide podrá decir:

*Si éramos ricos, seríamos felices.

En algunas oportunidades, los verbos reflexivos plantean también ciertos obstáculos. Estos verbos no siempre son los mismos en idiomas distintos. Si bien decimos correctamente «divertirse» por s’amuser o to enjoy oneself, hay verbos en francés como rester, divorcer o communiquer que no son reflexivos a diferencia de los verbos españoles «quedarse», «divorciarse» o «comunicarse». Por otro lado, se dan verbos franceses como se reposer o s’exclamer que sí son reflexivos mientras que sus traducciones «descansar» o «exclamar» no lo son. Vemos igualmente que muchos verbos ingleses que se construyen con «to get» no son reflexivos a diferencia de sus traducciones españolas, por ejemplo to get up o to get dressed («levantarse», «vestirse»).

Por si fuera poco, algo bastante desconcertante del español es el sistema de las preposiciones, que hemos de aprender con mucho cuidado. Otra vez los calcos causan varias dificultades. Por ejemplo, un francófono podría cometer un error diciendo «*voy en Francia» o «*compré una playera para veinte dólares» por confundirse con las preposiciones francesas en y pour. A un anglófono se le podría complicar decir «voy al trabajo en carro» teniendo en cuenta que en inglés se usa «by» con «car». También ambos extranjeros podrían equivocarse al decir «*cuento en ti» en lugar de «cuento contigo» o «*pienso a ti/de ti» en lugar de «pienso en ti».

¿Y cuáles son las consecuencias de los errores?

Quiero destacar que no todos los errores en español son igual de graves. Para la mayoría de las personas que aprenden un idioma, la meta que se plantean es lograr ser entendidas o lograr comunicar sus ideas de forma entendible y con los matices necesarios. En este sentido, rara vez es preciso dominar el idioma perfectamente. Los hablantes nativos con quienes tengamos que comunicarnos entenderán sin mucho esfuerzo las ideas que intentemos plasmar pese a que ellos no las hubieran dicho del mismo modo.

Por ejemplo, si uno dice «*mis amigas son simpáticos» o «*estamos estudiantes de español», por raras que suenen esas oraciones, no resulta imposible la comprensión.

Muchas personas se conformarán con un dominio suficiente del idioma como para sus necesidades en el marco de un viaje, empleo o encuentros con amigos o parejas. En dichos contextos, suele resultar innecesario hablar perfectamente, y podría parecer superfluo seguir estudiando y haciendo ejercicios para corregir errores de poca trascendencia.

Sin embargo, en algunos casos, sí que los errores pueden dificultar la comunicación o causar malentendidos, lo cual podría incomodar o enojar a algunas personas. Por eso no está mal cuidarnos y seguir estudiando.

Recuerdo haber aprendido que «desgracia» significaba «desdicha», con lo cual en una ocasión le dije a una amiga cuya madre estaba enferma: «tu desgraciada madre». En otra oportunidad, al hablar con una amiga cubana, le dije que yo estaba «excitado» mientras que quería decir que yo estaba «emocionado».

Tampoco sería lo mismo decir de una persona que «está aburrida» que decir que «es aburrida». Si no dominamos del todo las conjugaciones, también pueden ocurrir malentendidos; por ejemplo si, queriendo decir «pedí», decimos «pide».

Algunos errores tienen un trasfondo cultural o histórico. Una vez, una argentina me corrigió porque yo había dicho «las Islas Falkland» en lugar de «las Islas Malvinas». Tampoco se pronuncia «México» /mek-si-ko/.

Cabe añadir que el lenguaje también tiene un aspecto y fin estético. Un error, pese a que no sea grave en sí, puede sonar feo. Si logramos hablar sin errores, es probable que de alguna forma causemos mejor impresión que si hablamos con muchos errores. Esta situación en la que descuidemos nuestro lenguaje podría hacer menos eficaces nuestros intentos de convencer a alguien o quedar bien;  por ejemplo, en una solicitud de empleo. A veces nuestros errores incluso podrían causar gracia por su rareza, haciéndonos sentir cierta vergüenza o incomodidad.

Por todo lo dicho, si bien no deberíamos marcarnos objetivos inalcanzables y desanimarnos, está bien esforzarnos por corregir nuestros errores en la medida de lo posible.

*Estudiante de Canadá del curso Español 8ª

CEPE-Taxco, UNAM, México

Profesora: Itzel Sánchez

Imagen: https://images.pexels.com/photos/5408919/pexels-photo-5408919.jpeg?auto=compress&cs=tinysrgb&w=1260&h=750&dpr=1

Obras consultadas

  • Deschamps, Odile. No meter la pata. Paris: Ellipses, 2019.
  • Garnacho López, Pilar y Lola Martín Acosta. Diccionario de dudas del estudiante de español como lengua extranjera. Madrid: SGEL, 2014.
  • Losana, José Emilio. Dificultades del español para hablantes de francés. Madrid: Ediciones SM, 2003.
  • Mari, Gérard e Iluminada Mata-Guéant. Espagnol: 365 fautes à éviter. Paris: PUF, 2000.
  • Mercier, Fabienne. Moins de fautes en espagnol. Levallois-Perret, Francia: Studyrama, 2011.
  • Yates, Jean. Correct Your Spanish Blunders. New York, N. Y.: McGraw-Hill, 2005.

[1] En los ejemplos que daré, una forma incorrecta irá precedida de un asterisco (*).


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