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Un chino verdadero: sueños americanos

Harry Guo*

Aquí estoy, en la Ciudad de México, con mi español oxidado.

Un chino verdadero: sueños americanosLa primera vez que escuché el español fue en California. Durante esos años en la preparatoria, vivía con una familia latina: el señor y la señora Méndez y sus tres hijos, Christian, Bella y Andrew. El señor Méndez nació en Cuba y su familia se mudó a Estados Unidos cuando era muy joven. La familia de la señora Méndez es de México. Todavía tenemos una relación muy cercana y me consideran como un “hijastro”.

Una vez fuimos a una fiesta familiar. En la fiesta, casi todos hablaban español, excepto yo. Todo el mundo se reía de los chistes y yo era el único que no los entendía. Por primera vez con ellos me sentí solo. A partir de ese momento decidí aprender español.

Tenía muchos sueños cuando era adolescente: desde cosas triviales, como vivir en una mansión con dos piscinas, hasta cosas más ambiciosas, como ser un astronauta y explorar otro planeta. En algún lugar entre ellos, “ser mexicano” fue una de las locuras que rondaban en la mente de un joven de 17 años. Quería hacerlo para estar más cerca de mi nueva familia.

 

Un chino verdadero

En el primer año en Estados Unidos aprendí que a los chinos que vienen de China les llaman “chinos de China”, y a los chinos que nacieron aquí simplemente “chinos”. Me pareció algo gracioso y ofensivo al mismo tiempo. ¿Acaso como un chino auténtico debía aclarar mi origen? Mientras tanto, un tipo que no tiene nada en común con nosotros podía ser llamado simplemente “chino”.  Lamentablemente, poco a poco me fui acostumbrando a presentarme como “un chino de China”. Al mismo tiempo, dejé de preocuparme por cómo llamarían a mi gente que aún se encontraba en China.

 

Pero soy más estadounidense que tú…

En 2016, me uní al ejército de Estados Unidos. Eso fue un punto de inflexión en mi vida. De la noche a la mañana pasé de ser “un chino de China” a ser “un soldado estadounidense”. Ayer me dijeron que tenía un acento chino que quería borrar; al día siguiente, con mi acento chino, empecé cantando “I´m gonna be your shooting man, a shooting man, the best I can, for Uncle Sam”. A partir de ese momento, ya no podía decir que era chino, mientras llevaba una bandera de este país en mi hombro derecho y en mi uniforme verde decía "U.S. Army" a la altura del pecho. Para lidiar con este lío, encontré una especie de mediación: a alguien que viene de China, le digo que soy chino. Pero a alguien que nació o ha vivido mucho tiempo en Estados Unidos le digo que soy de California.

Mi vínculo con China es como un caballo; mi identidad nueva en Estados Unidos es como otro caballo. Tengo las dos manos agarrando las colas de ambos caballos. Dientes apretados, bíceps tensos, brazos extendidos a los lados. Pero no voy a soltar a ninguno de los dos. Ambos me pertenecen.

Pensaba que con un pasaporte nuevo podría desenredar una madeja de hilos y que todo se aclararía. Pero no era una madeja de hilos, era una telaraña. Una vez que quedas atrapado en ella, no puedes escapar.

 

¿Japón o Corea?

¿De dónde eres?

Soy de Estados Unidos.

Pero, ¿Japón o Corea?

Esto me sucede todos los días en México y me enfada mucho.

Has caminado con 100 libras en tu espalda durante días, tus pies llenos de ampollas; has dejado de comunicarte con tu familia durante semanas para entrenar en el desierto; has disparado un M-16 para defender los valores de tu país. Luchas y sigues luchando por toda tu vida, para ser el mejor, para ser altamente calificado. Pero todo tu arduo trabajo y sacrifico son destruidos por alguien ajeno. “Eres solo lo que aparentas, nada más”. Por lo tanto, al igual que he dejado de pensar en la identidad de los chinos en China o en Estados Unidos, también he dejado de pensar en mi propia identidad. No voy a perseguir una respuesta. Te hacen una pregunta complicada y esperan que respondas con una palabra. No lo haré.

 Pesadilla

Había pasado mi adolescencia en California y creía que el resto del mundo era así. Me equivoqué. Había estado viviendo en una burbuja. Te llama la atención, te confunde, te engaña. Todo en el interior está envuelto en una capa delgada. Pero un día te despiertas, alguien la pincha, todo cae y regresa a donde debería estar.

Espero que solo haya sido una pesadilla.

 

*Estudiante de Estados Unidos del curso Taller de crónica literaria

 CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México

 Profesor: Eliff Lara

 

Imagen: freepik.es


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