La transformación del rey
Serge Duguay*
Había una vez un joven príncipe, muy guapo y malcriado. El príncipe malvado trataba a los súbditos del reino como esclavos y usaba a las mujeres para su placer personal. Un día el príncipe dejó embarazada a una de las mujeres y, cuando nació el bebé, ordenó a uno de sus caballeros, Dante, llevar al bebé a la cima de una montaña para dejarlo morir. Dante no pudo hacerlo y lo dejó detrás de la puerta de la única cabaña de la montaña, donde vivía una anciana con fama de bruja.
La anciana llamó al bebé Montez, y aunque nunca había tenido hijos, lo aceptó y lo crió como si fuera suyo. Durante los siguientes dieciocho años y hasta su muerte, ella le enseñó todo sobre la naturaleza, la importancia de respetarla y de tomar solo lo que necesitaba para sobrevivir. Cuando mataban a un ciervo para comer, se aseguraban de ofrecer los restos a los lobos que vivían en la montaña. Además, le enseñó a recoger y a usar hierbas y plantas para curar enfermedades y heridas.
Un tiempo después de la muerte de la anciana que lo crió, Montez, recogiendo hierbas, se preguntaba si debería ir al encuentro de la gente del reino. De repente, el silencio de la montaña se rompió por los gritos de un hombre. Montez escuchó a alguien gritar. Aquel hombre se había lastimado la pierna y unos lobos se estaban acercando a él. Montez se puso entre el hombre y los lobos, levantó la mano, los lobos se detuvieron y se fueron. El hombre era Dante, el caballero que había dejado al hijo del príncipe enfrente de la cabaña hacía dieciocho años. Inmediatamente se dio cuenta de que Montez era aquel bebé, porque se veía exactamente como el príncipe malvado cuando era un muchacho.
Durante varios días Montez cuidó la herida del caballero. Dante le contó que el príncipe había sido coronado el año pasado, después de la muerte del rey, y que ahora el reino estaba en peligro debido a la mala administración y la crueldad del nuevo rey. El caballero tuvo una idea y le pidió a Montez esperar tres días antes de bajar de la montaña. De vuelta en el reino, el caballero le informó al rey que la bruja de la montaña había descubierto una fuente de la juventud que podría hacerlo más fuerte y joven, y a la gente del pueblo le dijo que la fuente también podría cambiar el alma de un ser humano y convertirlo en una mejor persona; que era lo que todo el reino deseaba.
Luego, el caballero llevó al rey a un arroyo en la montaña y le dijo que siguiera por el arroyo hasta la fuente ubicada en el centro del bosque. También le aconsejó al rey que fuera solo porque la presencia de muchas personas haría que el metal afectara el poder de la fuente. Así fue como el rey se quitó su corona y entró solo al bosque, donde vivían los lobos.
Al día siguiente, un rey muy joven llevando su corona y una cálida sonrisa entró en el reino, se bajó de su caballo y prometió a la gente una vida mejor. Durante los siguientes cincuenta años, el rey hizo todo lo que pudo para cumplir su promesa.
*Estudiante de Canadá del curso Español para comunicación oral
UNAM-Canadá, Gatineau, Quebec
Profesora: Verónica Lomelí
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