Déjame que te diga: las lenguas indígenas mexicanas y su lugar en la cultura
Maricela Gómez Serrano*
Lo que no se nombra, no existe.
G. Steiner
I. Introducción
En el presente trabajo se aborda el tema de las lenguas indígenas mexicanas, su estatus de idioma y su clasificación oficial, el riesgo de extinción que enfrentan, su consideración como uno de los derechos humanos fundamentales y su reconocimiento en diversos marcos normativos, así como la realidad que atraviesan como producto y práctica cultural.
La lengua es el mundo. A través de ella expresamos nuestra percepción de la realidad, nuestras emociones y todo aquello que nos toca íntimamente. A través de ella organizamos nuestro pensamiento, y con ello también la realidad que habitamos o las realidades que construimos. También a través de ella viajamos en el tiempo. Mediante la lengua comentamos la cultura, la explicamos y la valoramos. Es el único producto humano que nos sirve para interpretar los demás hechos culturales. La lengua se adquiere (no se aprende) involuntariamente, a través de las palabras de la madre, junto a la cual nos formamos en el conocimiento y existencia de las cosas materiales e inmateriales.
Cada vez que una lengua se pierde, se va con ella un pedazo del mundo, una visión y construcción del mismo, que nos hablaba de otros modos de estar sobre el planeta. De ahí el ejemplo en las clases de lingüística: en las poblaciones donde hay nieve existen también muchos nombres para el color blanco; o bien, en comunidades asentadas en la selva, existen muchas palabras para nombrar el color verde, mientras que, en español, siempre que nombramos algún tono de verde lo hacemos repitiendo el nombre del color más un adjetivo o sustantivo que tenga ese color (verde botella, verde militar, verde esmeralda, etc.), pero no tenemos más que “blanco” para el blanco (beige y crema no cuentan).
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), existen actualmente más de 6 mil lenguas, de las cuales el 43% está en peligro de extinción, y cada dos semanas desaparece una más. Debido a los procesos de globalización “solo unos centenares de lenguas tienen realmente cabida en los sistemas educativos y en el dominio público, y menos de un centenar se utilizan en el mundo digital.”[1]
II. El universo de las lenguas indígenas en México
Hoy en día se tienen registradas en nuestro país 68 agrupaciones lingüísticas de lenguas originarias que son reconocidas a la par del idioma español, pues en la Constitución Mexicana no se encuentra el término “lengua oficial” y sí en cambio el de “lenguas nacionales”. De acuerdo con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), dichas agrupaciones se clasifican en 11 familias lingüísticas (conjunto de lenguas con un pasado histórico común que se refleja en su léxico y estructura lingüística): I álgica, II yuto-nahua, III cochimí-yumana, IV seri, V oto-mangue, VI maya, VII totonaco-tepehua, VIII tarasca, IX mixe-zoque, X chontal de Oaxaca y XI huave. [En el catálogo del INALI encuentran las autodenominaciones de las lenguas indígenas: https://www.inali.gob.mx/clin-inali/html/v_tarasco.html).
Dentro de estas familias se reconoce la existencia de 364 variantes lingüísticas. Una variante es la forma de hablar empleada por cada población indígena que contrasta, sobre todo en sintaxis y léxico, con la forma utilizada, en esa misma lengua, por otra u otras comunidades asociadas con un mismo pueblo indígena (agrupación lingüística).
Eso nos deja ver que, en realidad, “indígena” se refiere a un conjunto de pueblos, lenguas, tradiciones y prácticas altamente diversificados, a los cuales no puede atribuírseles una identidad única ni homogénea. No son simplemente “los otros”, como un bloque uniforme, ni puede pensarse que entre los hablantes de una misma lengua haya inteligibilidad, pues las variantes dependen de muchos otros factores, como el hecho de que se trata de lenguas vivas, en uso, y que el repertorio léxico se está actualizando continuamente, sobre todo en las situaciones de contacto con otros grupos o por las migraciones. Es el caso, por ejemplo, de los hablantes de zapoteco (perteneciente a la familia otomangue, que se habla desde Guanajuato y San Luis Potosí hasta Oaxaca, con lenguas ya desaparecidas, como son el chiapaneco y también el subtiaba y el mangue, ambas de Centroamérica), cuyas variantes, con grandes diferencias entre sí, son 62. Eso provoca que, de una comunidad a otra, tengan problemas para comunicarse en ese mismo idioma.
Hablando de Oaxaca, por ejemplo, podría pensarse que la multitud de lenguas habladas en ese estado pertenecen todas a la misma familia lingüística, pero no es así. En realidad ahí conviven cinco familias: yuto- nahua, oto-mangue, mixe-zoque, chontal-oaxaca y huave.[2]
Si pensamos en cuestiones identitarias, un hablante de alguna lengua indígena es una persona con bastantes particularidades, dadas por su idioma e insertas en su comunidad de hablantes, que experimenta su existencia y su participación en la cultura como algo que lo identifica plenamente y que a su vez lo diferencia del resto. Al ser la cultura un proceso de simbolización, es natural que cada grupo perciba la realidad material e inmaterial de diferente forma y así la exprese en sus prácticas.
Si bien en México se reconocen 68 lenguas, más el español, como nacionales, el prestigio lingüístico no está en ninguna de ellas, sino en el español. Todavía sucede que, en muchos sectores de la sociedad mexicana, “hablar en lengua” (indígena, se sobreentiende) se traduce en falta de oportunidades para progresar económicamente, falta de acceso a la educación, a trabajos que no sean de servidumbre y falta de acceso o inexistencia en la mayoría de los medios de comunicación; además, para mucha gente representa ser discriminada y ver violentados sus derechos, aun los más fundamentales. Es por ello que las lenguas tienden a desaparecer, pues los descendientes se niegan a aprenderlas o solo las usan en contextos familiares. Su propia percepción es desfavorable y motivo de acoso y humillación en un entorno mestizo.
Esta percepción negativa de lo indígena viene de la época colonial, en la que se les consideró como menores de edad e incapaces; o bien como entes sin alma (como las mujeres). Para constatar esto, basta leer a Francisco de Vitoria (en su pronunciamiento de 1539), quien persuade a los españoles de que los indios, a pesar de ser amentes[3], tienen derechos de propiedad.[4] Actualmente muchas personas siguen pensando igual e incluso consideran las lenguas indígenas como dialectos, lo cual es erróneo totalmente, ya que todas cuentan con un sistema de signos para comunicarse. Esto las convierte en lenguas o idiomas; por su parte, dialecto se refiere a las variantes regionales, es decir, todas las lenguas existentes en el mundo poseen dialectos (como el español mexicano con respecto al de España, o el español con respecto al latín; o el español de Madrid, con respecto al español estándar).
Como resultado de lo anterior, muchos indígenas niegan hablar alguna lengua originaria cuando se hace un censo de población, pues al no reconocerlo, inmediatamente son asumidos como mestizos. Esto falsea totalmente las cifras[5]. A pesar de ello, se considera que muchas lenguas están desapareciendo irremediablemente. Según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI, 2016)[6], alrededor de 23 lenguas están en riesgo de desaparecer: cakchiquel, chichimeca jonaz, chocho, chuj, cochimí, cucapá, guarijío, ixcateco, ixil, jacalteco, kekchí, kicapú, kiliwa, kumiai, lacandón, matlatzinca, mocho, pai ipai, pápago, pima, quiché, seri y tlahuica, pues todas ellas tienen menos de dos mil hablantes, se encuentran en asentamientos dispersos, la mayoría de sus hablantes son adultos o se carece de elementos para su transmisión a la nueva generación.
III. Las lenguas indígenas nacionales en la legislación mexicana
Desde la perspectiva de los derechos humanos, las personas hablantes de alguna lengua indígena tienen derecho a no ser sujetos de discriminación debido a la lengua que hablan y a comunicarse tanto en el ámbito público como privado en la lengua de la que son hablantes, sin restricciones, de forma oral, escrita y en todo tipo de actividades.[7]
En La reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que se hizo en agosto de 2001 se reconoció que nuestro país tiene una composición pluricultural sustentada en sus pueblos originarios y se reconocieron los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, como el derecho que tienen a ser asistidos en todo momento por intérpretes y defensores que conozcan su lengua y cultura para garantizar el acceso a la justicia[8].Es importante mencionar dos cosas: primera, que se establece la continua actualización del Catálogo de Lenguas Indígenas, pero no acciones para preservarlas; segunda, que a pesar de aparecer en la ley el derecho de asistencia de intérprete en lengua indígena, esto no se cumple, en parte por falta de interés en garantizar el acceso a la justicia a todos los mexicanos en situación de igualdad ante la ley, y en parte por la imposibilidad material de llevarlo a cabo, pues no se destinan recursos para entrenar a hablantes de las diversas lenguas como intérpretes simultáneos, que además conozcan el lenguaje jurídico [aunque ya se han dado algunos pasos al respecto, como el “Proceso de Certificación para Defensores Públicos de Michoacán como Intérpretes en lengua indígena Purépecha”], y también porque la mayoría de hablantes originarios no tiene acceso a una educación formal que les permita ser entrenados en ese sentido. Como resultado, existe una gran cantidad de casos en los que por falta de asistencia en la lengua indígena se han cometido injusticias, privando de la libertad a un inocente, o se ha imposibilitado realizar una denuncia adecuadamente, o participar como testigo en algún suceso fuera de la comunidad de origen.
En el marco jurídico internacional, los derechos lingüísticos también se encuentran protegidos, como en el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); en los artículos 14 y 15 de La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, sobre los intérpretes y la educación en sus propias lenguas, respectivamente, así como en la Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas.
IV. Conclusiones
Aunque en la teoría puede verse que con respecto a las lenguas originarias existe amplio reconocimiento y derecho de existencia y de uso, incluso desde la óptica de los derechos humanos, gracias en parte a los instrumentos internacionales que México ha signado, en la realidad falta mucho para que ese ideal se alcance. En gran parte se debe a la dificultad que entraña modificar el pensamiento de los propios mexicanos sobre su cultura, que si bien es motivo de orgullo fuera de nuestras fronteras, también es cierto que este sentimiento se enfoca sobre todo en los ancestros indígenas o en los diversos productos artísticos que se siguen haciendo y que consideramos que nos representan en todo el mundo.
Una situación aparte la constituye nuestra ”tercera raíz”, los afrodescendientes, quienes fueron tomados en cuenta oficialmente el 9 de agosto de 2019, cuando se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma constitucional que reconoce a los pueblos y comunidades afromexicanas como parte integrante de la composición pluricultural de la nación mexicana. ¿Qué pasará con sus lenguas? ¿Y con la variante de español que hablan? Porque el INPI, por lo menos, no ha querido cambiar su nombre a Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas y Afromexicanos, a pesar de que, según el INEGI, “en México habitan 2 millones 576 mil 213 personas que se consideran afrodescendientes y representan 2 por ciento de la población total del país.”[9]
Así pues, no basta decir en la Constitución que México es una nación pluricultural, pues solo se refiere a la población indígena. En términos culturales no hay reconocimiento a la gastronom ía, la música, las artes o el idioma, pues se piensa que todo proviene de las etnias originarias y no de África, que también nos forma.
Finalmente, al hablar de lenguas indígenas nos encontramos inevitablemente ante una gran complejidad, no solo lingüística, sino de percepción del mundo y la existencia. Definitivamente, los esfuerzos realizados hasta ahora para lograr su estudio y su permanencia no han sido suficientes por las razones ya comentadas; sin embargo, dimensionar adecuadamente su importancia, sus peculiaridades y su derecho a ser protegidas y respetadas es no solo un llamado a la dignidad de los pueblos originarios, sino un acto de justicia con ellos.
*Profesora de Español
CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México
[1] https://www.un.org/es/observances/mother-language-day#:~:text=Al%20menos%20el%2043%20por,utilizan%20en%20el%20mundo%20digital.
[3] Que no tienen mente o inteligencia (N. de los E.).
[4] VITORIA, Francisco de. Relectio de Indis o libertad de los Indios. Edición crítica bilingüe por L. Pereña y J.M. Pérez Prendes. Madrid: CSIC, 1967, pp. 12-31.
[5] Véase el cuadro referente a “Lenguas indígenas y hablantes de 3 años y más” proporcionado por el INEGI en 2020. https://cuentame.inegi.org.mx/hipertexto/todas_lenguas.htm
[6] https://www.gob.mx/inpi/articulos/lenguas-indigenas-en-riesgo-de-desaparecer#:~:text=Las%20m%C3%A1s%20amenazadas%20son%20cakchiquel,%2C%20quich%C3%A9%2C%20seri%20y%20tlahuica.
[8] Para abundar sobre el tema véase Torres, N. y Orozco, L. (2017) Diversidad del español en México: el aporte de las lenguas indígenas, IIF-UNAM https://www.iifilologicas.unam.mx/senderosFilologicos/index.php/senderosPhilologicos/article/view/49/32
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https://floresdenieve.cepe.unam.mx/blog/index.php/2024/01/01/lenguas-indigenas-mexicanas-lugar-cultura/