Las tareas de un día como todos los demás
Darian Razdar*
Un día como los demás, me desperté a las seis y media de la mañana con los primeros rayos del sol brillando a través de la sábana gris que coloqué en la pared como cortinas. Tenía ganas de quedarme acostado un ratito más bajo la cubierta por el frío de la madrugada que entró en mi cuarto por las ventanas medio abiertas. Tranquilamente, me quedé acostado un ratito más. Me dormí. No tenía que irme a la escuela hasta las once, ya que ya habían acabado mis clases.
Sin embargo, a nosotros los alumnos extranjeros nos tocan los exámenes de español hoy y los dos días siguientes. Todavía no había estudiado para esas pruebas, tampoco había empezado mi tarea de escribir una crónica que nos dio el maestro de literatura mexicana. Pero, por cualquier razón, me sentía listo para lo que estaba a punto de pasar. Los exámenes y las tareas se hacen a su propio tiempo: un nuevo pensamiento con el cual estoy experimentando.
Con todo eso fluyendo en mi cerebro, finalmente me levanté por el ruido de la renovación en el departamento de arriba. Sentado, aquí, en el jardín de la biblioteca, con un nuevo amigo que hice aquí en la escuela, con la luz veteada de la tarde que nos alcanza debajo de los árboles donde bailan las lagartijas y se apuran las ardillas, abrí mi computadora para empezar mi crónica de tema abierto.
Me han dicho que sería fácil elegir un tema, y aunque casi siempre tengo mucho que decir, me sentía perdido en todo lo que podía escribir: la muerte de mi abuelo, el viaje a Irán, la mudanza de mi familia entre estados, mi propia mudanza a un nuevo país. Las grandes historias de la vida siempre se quedan cerca, a pesar de estar alejándose más con cada segundo. Elegí leer unas páginas de un libro. Lo abrí en el primer capítulo, donde había dejado la última lectura hace unas semanas, y leí: “. . . the incapacity to see the drama of dynamic intimacy as traveling across sex to mass sociality misses an opportunity to refine the problem of distinguishing between the perturbation of being in relation generally and the trauma of it” (pág. 36). ¿Qué será lo perturbado de estar en una relación? ¿Y de dónde sale su trauma?
Al considerar estas preguntas, mi compañero me dijo:
—Pues todavía no sé, he estado leyendo unas páginas de un libro.
—¿Qué libro?
—Se llama “On the Inconvenience of Other People”. Es uno de los libros que más me gusta ahorita, escrito por una autora que recientemente falleció.
—¿Se trata de lo inconveniente de los demás, entonces?
— Sí, ese justo ese tema me fascina mucho ahora.
—Tal vez podrías escribir sobre eso.
No era una mala idea, me dije. Podría escribir infinitamente sobre este libro que se trata a la vez de todo lo que me apasiona: lo sexual y las relaciones, lo infraestructural y lo político, lo artístico y lo filosófico. Ahí pensé más y me di cuenta de que si escribiera sobre el libro y nada más, no sería una crónica entonces, sino una reseña. Qué tan aburrida sería esta, pensé para mí mismo.
Luego entonces, te escribo una crónica sobre el libro y el día usando palabras surgidas de donde las yemas de mis dedos se encuentran con las cimas de las teclas, y las leerás con los ojos que recibirán los píxeles y los transmitirán a través del nervio óptico a un cerebro que te hará imágenes legibles. Al final, una crónica se hace a su propia manera y a su propio tiempo.
*Estudiante de Irán del curso Taller de Crónica Literaria (Español 5)
Profesor: Eliff Lara
CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México
Imagen: freepik.es
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