Masi
Motahareh Jahangiri*
La noche se cernía, oscura y salpicada de luces amarillas, mientras
caminábamos y tú comenzaste a hablar. Tus palabras, como un viento
helado silbando entre los resquicios de la memoria, desenterraban
recuerdos. Con la voz quebrada, me contaste cómo las dificultades
económicas te obligaron a abandonar tu ciudad natal, dejando atrás un mar
de lágrimas. En tu nuevo barrio, me dijiste que a tu madre, tu masi —madre
en baluchi—, la llamaban "tía Baluch," una designación que resonaba con
amarga ironía. Recuerdas el día en que las niñas te rechazaron,
excluyéndote de su juego infantil; la conversación lacerante con la
compañera de la escuela que te hizo comprender que eras marginada por
ser baluchi.
Recuerdas ese momento, tras un día agotador, en que le dijiste a tu madre que no la llamarías masi, que no querías esa vida. Describiste cómo la palabra masi, que antes evocaba el amor entre tú y tu madre, se transformó en un peso, en el símbolo de una identidad que debías ocultar a los demás para ser aceptada.
Observé tu rostro; sin una palabra, la tristeza en tus ojos reflejaba el profundo dolor que te carcomía. Hablaste de tu primer amor, del día en que la hermana de tu amado te visitó, exigiéndote que lo abandonaras por no pertenecer a su linaje. Sus palabras, me dijiste, no solo destrozaron tu corazón, sino que fragmentaron tu alma. Todos esos recuerdos amargos de la infancia volvieron a la superficie, vívidos como heridas frescas. Quizás, si te hubieran aceptado, tu futuro habría sido diferente. Todavía sufro al recordarte; todavía me pregunto qué define realmente el linaje.
*Participante de Hablando y escribiendo en español en Irán: concurso de relatos breves 2024
Instituto de Lengua Española Alborz (Irán)
Instituto Cervantes de Ammán
Embajada de México en Irán
CEPE-UNAM, Ciudad de México
Imagen: mario_luengo /freepik.es
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