El tiempo en sus manos
Nafiseh Asgari*
Era una tarde como tantas otras cuando Laura encontró un reloj en el desván de su abuela, oculto entre cajas de madera y viejas cartas amarillentas. Era pequeño, con una esfera dorada y manecillas. Cuando lo giró entre sus dedos, un grabado diminuto apareció en la tapa: “Detén el tiempo, pero paga el precio”. La primera vez que lo usó fue por accidente. Mientras hacía sus tareas, giró la perilla y todo se quedó en silencio, hasta el tictac del reloj del comedor. Era como si el mundo estuviera en pausa, menos ella.
El sol se ocultaba lentamente detrás de las montañas, tiñendo el cielo de un tono anaranjado que anunciaba el fin del día. Emocionada, empezó a usar el reloj cada vez más. Detenía el tiempo para terminar sus tareas, leer libros o jugar en el parque. Pero un día, mientras se miraba al espejo, vio algunas líneas alrededor de sus ojos. Cada vez que usaba el reloj, envejecía un día completo. Laura se asustó y dejó de usarlo, pero el hábito era difícil de romper.
Un día, su mejor amiga lloraba porque su gato estaba perdido. Laura, para hacerla feliz, giró la perilla del reloj para buscarlo y recorrió el vecindario hasta que finalmente encontró el gato en un callejón. Cuando el tiempo volvió a fluir, su amiga la abrazó entre lágrimas de alegría, pero Laura supo que algo había
cambiado. Miró sus manos y vio las primeras manchas del tiempo. Ella sabía que
no podría volver a usarlo sin perderse a sí misma. Así que decidió dejar el reloj en su lugar, entendiendo que cada momento tiene su propio valor, y al intentar
retenerlo, se pierde la esencia misma de lo que lo hace especial.
*Participante de Hablando y escribiendo en español en Irán: concurso de relatos breves 2024
Instituto de Lengua Española Alborz (Irán)
Instituto Cervantes de Ammán
Embajada de México en Irán
CEPE-UNAM, Ciudad de México
Imagen: mrsiraphol / freepik.es
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