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Final feliz

Daniel Dray

El sábado pasado mi esposa, mis hijos y yo fuimos a un pueblo cerca de la ciudad de Cuautla, en el estado de Morelos. Unos amigos tienen ahí una casa de campo. Enfrente de la casa se pueden ver las montañas rodeadas de árboles verdes y pequeños. Nos invitaron a comer a las dos de la tarde. Había tres familias y todos pasamos un buen momento.

Después de la comida, a las cinco y media, los niños jugaban en el campo cuando de pronto mi hijo vino para decirnos: “No sé dónde está mi hermana”. Mi hija se asustó por un perro y salió al campo solita. Ella corrió un momento y se perdió en el campo. Mi hija no sabe hablar español, sólo conoce algunas palabras, pues nosotros hemos estado en México desde hace tres meses únicamente.

Ella intentó encontrar el camino para regresar a la casa, pero no lo consiguió. Entonces fue hasta la carretera. Esperó un momento y de pronto un carro se detuvo y el chofer le preguntó qué hacía ahí. Mi hija le contestó: “Me perdí”. El chofer le propuso subir a su carro. Mi hija subió al carro porque había otros niños en él. El hombre la llevó a la casa del alcalde de la ciudad.

Mientras tanto, nosotros buscamos a nuestra hija y después llamamos a la policía y dejamos nuestro número de teléfono. Cuando la policía supo que nuestra hija estaba en la casa del alcalde, nos llamó para decírnoslo.

Cuando vimos a nuestra hija en la casa del alcalde, ella nos dijo que no tenía miedo pero lo que le enojaba era que muchas personas se habían molestado por ella.

Desde luego, ¡después hicimos una fiesta y bebimos mucho!

*Estudiante francés, Español 1
CEM-Polanco en México, D.F.