La serpiente de metal

Luke Pickrell*

Seguramente existen un montón de crónicas que hablan del metro y sus idiosincrasias. Quizás cada usuario tiene su propia relación con esta serpiente de metal, cables y cuerpos humanos. He tomado el metro casi cada día para cruzar la ciudad, y mientras que cada experiencia tiene sus similitudes, también hay variaciones.

Hay días (raros, sí) cuando los usuarios empujan y gritan para conseguir un espacio en un vagón absolutamente inundado de gente. También hay días cuando, por una razón u otra, he tenido el espacio para sentarme y relajarme. He visto bebés y gente de la tercera edad, gatos y perros, ricos y pobres y trabajadores y estudiantes. Los que más me llaman la atención son los policías del metro. Se burlan y chiflan, toman agua y comen y llevan cualquier tipo de accesorios con sus uniformes. En fin, parecen humanos con todas nuestras idiosincrasias, gustos y disgustos. Seguramente el trabajo de un policía en el metro puede ser aburridísimo. ¿Qué hace la policía debajo del subsuelo? Silbar para alertar a los usuarios, mantener su posición enfrente de los podios naranjas y plásticos y empujar a los demás cuando los vagones están a punto de explotar. La misma rutina, día a día, en la misma estación con el mismo horario.

Quizás por eso necesitan demostrar su humanidad con toques de color en sus uniformes o silbidos que suenan a canciones o gritos a sus amigos al otro lado de la plataforma. Los colores me interesan más. Las mujeres tienen cintas azules en su cabello y uñas que se pintan de rosa y rojo. Mientras que los hombres tienen cordones en sus cinturones y relojes que me parecen carísimos.

El metro está lleno de vida, y sólo el portazo de las puertas a medianoche puede detenerla.

*Estudiante de Estados Unidos del curso Pedaléalee: letras en bicicleta
 Profesor: Eliff Lara
 CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México

Foto: shutterstock.com

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