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Juego de soledad en la literatura latinoamericana del siglo XX

Zdenka Kreilivnova*

Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad

¿Quién eres tú, quién eres?

Pablo Neruda

La literatura latinoamericana del siglo XX atraviesa por diferentes estilos como romanticismo, realismo, realismo mágico, etc. Todos estos estilos reflejan la difícil situación del pueblo, dictaduras, triunfos y fracasos, violencia, carnicería y ante todo la fe, la fe religiosa y la fe en prodigios. La gente siente temor y busca el cambio, busca sus orígenes, “busca su realidad propia a través de la naturaleza, el mito y la historia, para firmar el sello de la originalidad y de la unicidad americana en el mundo” (1)  Su búsqueda está llena de soledad, lo mismo que su vida. ¿Para qué necesita la soledad? Yo creo que para calmarse y reflexionar para buscar nuevos caminos, para purificarse. La soledad en cualquier forma atraviesa la vida de cada persona, no importa la edad, educación o número de amigos.

¿Qué es la soledad? Nos quedamos en el tiempo y en el lugar donde no hay nadie. Nos sentimos solos y la soledad llena nuestros corazones. ¿De dónde viene? ¿Para qué?

Todos los personajes de los cuentos de Juan Rulfo tienen el mismo problema. Luchan con el mundo o consigo mismos y no hay nadie para ayudarlos. Al contrario, Don Marcial, del cuento “Viaje a la semilla”,  de Alejo Carpentier, elige voluntariamente su soledad,  para reflexionar y él la acepta y al fin, lo libera. El cambio es total e irrefutable. A veces buscamos la soledad, a veces nos es impuesta. Somos víctimas de nuestros deseos, nuestros sueños y nuestros semejantes, así como los personajes de las obras de Gabriel García Márquez.

Cuando el llano se llena de llamas, empieza la lucha para sobrevivir. Estamos muriendo cien veces y cien renacemos de nuevo en la misma miseria. Buscamos ayuda afuera, ayuda de nuestros padres, hermanos, amigos o de las personas que casualmente encontramos, sin embargo, no hay nadie capaz de llenar el vacío de nuestras almas. Estamos solos, solos para luchar nuestras batallas, solos para llorar nuestras lágrimas. La vida es difícil, triste y a veces hostil. Juan Rulfo no da solución, solamente relata la vida cotidiana. El cuento “Luvina” narra la soledad, que surge de negarse al cambio. El pueblo vive muerto en el cerro, cuyas condiciones para sobrevivir son más que difíciles, aunque no muy lejos de allá  se encuentra el río y el lugar más fértil. La gente no es capaz de trasladarse por sus tradiciones, por querer conservar la tierra en la que son enterrados sus muertos; se preocupan más de la muerte que de la vida...sin embargo, aquélla no llega.

Al contrario la soledad del ahogado de García Márquez trae el cambio para todo el pueblo. “El ahogado más hermoso del mundo”, Esteban, como lo nombran las mujeres del pueblo, era tan distinto que no podían creer en su realidad. No obstante, él vino del mar y el pueblo lo acogió como su familiar y debido a que era tan diferente, tan grande, tan pesado, tan hermoso, el pueblo empezó a cambiar. Entonces la vida empezó a tener sentido, ahora tenían una razón para pintar las casas, para hacer las sillas más finas y las puertas más altas ¿Ridículo? Quizá, pero...¿No buscamos a veces pretextos para cambiar?

¿Por qué a veces nos sentimos solos frente a la sangre de nuestra sangre? El viejo de “No oyes ladrar los perros” trae en su espalda al doctor, su hijo herido. Pero no hace esto por su hijo, sino por la promesa que dio a su mujer. Los dos caminan a través del paisaje nocturno y a cada momento el viejo pregunta al joven si no oye ladrar a los perros. Han perdido su viaje y el ruido de los perros es la única ayuda para encontrar al pueblo dormido. Aquí Juan Rulfo nos muestra algo interesante: cuando perdemos el camino verdadero de nuestra vida, los perros ladran para mostrarnos la vía, pero nosotros no los oímos. En este momento, en esta encrucijada, la soledad de nuestras vidas mata nuestra valentía, no podemos abrir nuestros ojos para ver, no podemos abrir nuestros oídos para escuchar, no podemos abrir nuestros corazones para amar... y el viejo, así como el joven, no encuentran la solución. Van a morir con sus heridas y su dolor.

Alejo Carpentier, al contrario, dice que no debemos tenerle miedo a la soledad y al cambio. Podemos vivir toda la vida en la soledad triste sin solución, no obstante, siempre hay tiempo para el cambio, aunque sea en el momento de nuestra muerte. En “El viaje a la semilla”, usa una nueva forma de narración, usa el tiempo mítico, con el cual ofrece el cambio. Es un viaje al pasado, de la muerte al semen. Don Marcial, vive su vida igual que los otros, se enamora y se casa, quiere mucho a su mujer, pero ella se ahoga y varios años después, termina su vida llena de tristeza y soledad. En este momento Alejo Carpentier comienza su relato. El tiempo cambia su dirección “Los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro...      Era como la percepción remota de otras posibilidades”. Don Marcial de nuevo vive su triste vida, de nuevo siente dolor por la pérdida de su mujer, pero a través de esto, encuentra su amor viviendo de nuevo, ve su boda, toca su juventud, la casa cambia, los muebles crecen, hasta que él pierde el sentido de las palabras, ignora su nombre, “Era un ser totalmente sensible y táctil. El universo le entraba por todos los poros”... hasta que al fin, cuando llegan los trabajadores para continuar con la demolición de la casa, encuentran el trabajo acabado. Las horas cambian su dirección de nuevo, tenemos el tiempo real que nos lleva a la muerte.

El realismo mágico, sobre todo en la novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad, ayuda a minimizar la crueldad de la vida. Cambia cosas tristes en algo maravilloso y todo es mágico, brilla a través de la novela. Cada persona vive encerrada en su mundo. José Arcadio Buendía, que tiene interés en todo lo extraordinario y pasa mucho tiempo solo en su laboratorio, termina “...arrastrado al castaño del patio, donde lo dejaron atado, ladrando en lengua extranjera y echando espumarajos verdes por la boca”, dado que “...se dejó arrastrar por su imaginación hacia un estado de delirio perpetuo del cual  no se volvería a recuperar”. Úrsula, su mujer, cuida la felicidad de toda la familia por mucho tiempo, y años después de la muerte de su marido, ve los fracasos, pierde hijos y nietos para al fin de su vida quedarse sola en su ceguera. Rebeca Buendía entierra su amor , se encierra en su casa y pasa sus últimos años olvidada del mundo. Aureliano Buendía lucha por años, pero no logra la felicidad que le puede dar solamente el trabajo en su taller, donde fabrica oro. García Márquez, al igual que Juan Rulfo, no nos da la solución ni quiere evitar la soledad de nuestras vidas, muestra con todo realismo la amargura, pero también la bendición de los momentos solos y vacíos.

Vivimos vidas cuya parte integrante es la soledad. Los autores escriben sobre la vida y, por supuesto, tienen que escribir también sobre la SOLEDAD. Ésa no es la especialidad de la literatura hispanoamericana, sino de toda la literatura mundial. Lo que es diferente en el continente americano es la capacidad de soñar y ver los prodigios. La magia tiene el poder de minimizar la crueldad de la vida y también nos muestra que hay algo divino atrás que vale la pena vivir. “La única salida posible es la búsqueda de una transformación que debe destruir la belleza y por consiguiente la vigilia y la conciencia de la soledad a través de una anulación del tiempo y del espacio”,  dice Enrrique Pupo-Walker.

Podemos luchar contra el sentido del abandono o podemos fingir que no nos concierne o lo podemos aceptar... o podemos soñar con los prodigios de la bella Literatura Hispanoamericana.

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* Estudiante checa del quinto nivel de Español
CEPE-Taxco, México.
actuarion@latinmail.com