Una mojada aventura
Helene Karvelis-Collard*
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En febrero, fuimos con mi esposo y sus compañeros de trabajo al ¡Six Flags!
Mis niños estaban muy emocionados de ir a este parque de atracciones. Yo no soy una fan, pero ya sabes que los niños van a disfrutarlo mucho. El tiempo no era muy bonito y hacía frío.
Todo el día lo pasamos muy bien y disfrutamos muchas atracciones. Íbamos saliendo del parque cuando mi hija quiso ir a la última actividad: El Río Salvaje. Yo no quería ir pero, de repente, me quedé sola y todo el grupo me pidió que los acompañara. Sabía que era una mala idea pero no quería tampoco parecer la madre fastidiosa. No hicimos fila, porque no había nadie en la atracción. La gran boya llegó por nosotros y ya los asientos estaban mojados. Éramos seis personas más mi hijo que tenía solamente dos años y que se sentó entre mi esposo y yo.
Al inicio de nuestro recorrido, avanzamos suavemente, yo pensaba que, si seguíamos así, sería súper. Pero, pocos minutos después, llagamos a un rápido donde la boya chocó de cada lado del río hasta llegar a la derecha. ¡Ahí vi una gran cascada! Evidente, ¿qué pasó? Nuestra boya llegó suavemente hasta la catarata y nos llevó abajo de la cascada para mojarnos. Todas la compañeras de mi esposo aullaban porque el agua estaba fría y después mi hijo lloraba porque él no entendía por qué la gente aullaba y también por qué él estaba totalmente mojado, mi pobrecito chiquito. Llegamos a nuestro destino poco tiempo después totalmente mojados de la cabeza a los pies. Había un ruido que salía de nuestras ropas mojadas cuando caminamos para salir.
Fue inevitable que corriera hasta la tienda de ropa más cercana para comprar algunas cosas: suéteres, calcetines y un pantalón para mi hija. Afortunadamente, traía en mi mochila ropas de cambio para mi hijo. Regresamos rápido a la casa y tomamos un baño muy caliente.
Moraleja: siempre seguir la primera intuición.
* Estudiante belga de Español 5
CEPE-Polanco, UNAM, México, D.F.