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Crónica de la cuarentena

Olivia Erickson*

Libro de visitas

La casa tiene una ventana grande en la sala que mira, desde arriba, a un césped pequeño y una banqueta agrietada. Cuando yo era niña, había un árbol grande en un lado del césped, pero ya está cortado —sus raíces estaban rompiendo los tubos del agua—. Es extraño para mí ver el césped y el jardín sin el árbol. Pasaba muchas tardes trepándolo y cavando en la tierra debajo de su sombra. En los otoños apilaba sus hojas y brincaba en medio de todas. Los pedazos de rojo brillante volaban y se iban. Plantaba bulbos de tulipanes y azafranes bajo el refugio que ofrecía y esperaba todos los inviernos el momento cuando sus brotes vertidos rompieran la tierra y luego, cuando las flores abrieran, demostraran que había llegado la primavera.

El césped parece mucho más chiquito sin el árbol. En su lugar hay dos lilas delgadas y grises, sin flores y hojas, desvestidas, excepto por una ligera cubierta de nieve.

Cuando era niña y no estaba jugando en la jardín, trepando el árbol, dibujando en tiza en la banqueta; me sentaba durante horas y veía la calle, las casas de mis vecinos y el cielo en la ventana. Saludaba con la manita a la pareja mayor que vivía al lado de nosotros. Aprendía del mundo desde la ventana. Me fascinaba ver las nubes y soñar con el mundo grande.

Mi papá siempre cuenta de un día cuando yo estaba viendo a un pájaro en la banqueta. Mientras estaba sentada tranquilamente en el sillón, un halcón mató al pájaro. No pudo escapar. El día se transformó al instante. Todavía mi papá está horrorizado de mi tristeza en ese momento. Yo no recuerdo ver el momento de su muerte. Solo recuerdo las plumas y la sangre que cubrían la tierra.

Nos mudamos a una casa diferente pero manteníamos la casa para rentársela a estudiantes. Años después, cuando mis papás se divorciaron, mi mamá se mudó al departamento de arriba. Mi papá renovó el departamento abajo, donde habíamos vivido, para que mi mamá tuviera un Airbnb. Pero ahora no hay turistas y el espacio está sin rentar. Es perfecto para mi cuarentena. Puedo quedarme aquí a evitar la posibilidad de infectar a mi familia.

“¡Cuidado con el agua del baño, no la dejes en el piso! ¡Tampoco en la encimera! ¡Podrías mancharla! Tal vez deberías leer el libro que dejo para los huéspedes…” -Dice mi mamá por teléfono.

“¡Ya, mamá! No te preocupes, no pasa nada”. -Digo y cuelgo el teléfono.

Pero limpio la cocina obsesivamente. En la sala, solo me siento en una silla. No quiero arruinar las disposiciones de las almohadas en las otras. Me siento como si hubiera forzado la entrada de la casa de un extraño. No reconozco casi nada de la casa en la que vivía cuando era niña. Me consuela un poco que la pintura arriba de la ducha se está descascarando.

Mientras leo y trabajo, me siento al lado de la ventana que me encantaba en mi niñez. Sé que en el mundo, allá afuera, hay personas muriendo y que dentro de cada casa en el pueblo hay personas que no saben si van a ganar suficiente dinero o no. La calle siempre ha sido tranquila, pero ya es casi silente. Podría estar en un pueblo fantasma. Todavía conozco a muchos de los vecinos, aunque ya tienen más canas y caminan más lentamente. Saludo a los que me ven.

La pareja que vivía al lado de nosotros ha muerto, y el dueño tiene unos restaurantes en el pueblo. Les renta la casa a sus trabajadores. Está casi vacía, pero sé que hay unas personas quedándose ahí. Hay un hombre mexicano durmiendo en una caravana en la acera del edificio. Normalmente en el verano está lleno de gente. No dudo que rompa algunas reglas del pueblo, pero no importa. El dueño es conocido por sus crímenes pero tiene influencias importantes en el pueblo.

Están debatiendo si van a permitir el turismo o no y cuándo. No escucho que estén preocupados por la gente que depende de la multitud que llega cada año. No le han preguntado a mi mamá ni a los trabajadores de al lado. Esperamos. En el césped, a través de la nieve, el azafrán está floreciente y las lilas tienen capullos.

 Imagen: CNR, Libro de visitas.

*Estudiante de Estados Unidos del Taller de Narrativa Literaria
CEPE-Ciudad Universitaria, UNAM, CDMX


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