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Foto: Gilles Desruisseaux

Nos encontrábamos en un pequeño café en Polanco. Éramos los mismos de siempre: cuatro mexicanos y dos suizos. Estábamos hablando de nuestras próximas salidas, cuando estos últimos comentaron que no nos acompañarían en una de ellas, debido a que iban a recibir visitas de Suiza en Semana Santa y que querían llevarlos a Palenque, Bonampak, Chichén-Itzá, Uxmal, Tulum y a otras ruinas importantes de esa zona. Una de las mexicanas del grupo intervino para decir que probablemente les iban a gustar mucho esos lugares, ya que eran algunas de las ruinas más interesantes y atractivas del país.

Los suizos se alegraron al escuchar esto y le preguntaron si ya había estado ahí, a lo que ella respondió que no, pero que tenía muy buenas referencias de esos sitios. En realidad, yo también me quedé pensando que desde hace bastante tiempo he querido hacer un viaje a Chiapas y a la península de Yucatán, pero no lo he llevado a cabo, porque las últimas veces, en las que he pensado hacerlo, cambié los planes del viaje y decidí dirigirme a Europa. Me parece que, finalmente, esas ruinas no están tan lejos y que ése es un viaje que puedo hacer más fácilmente que al Viejo Continente. Siempre he creído que debo aprovechar esas oportunidades tan "especiales" de ir allá mientras las tenga, y es por eso que he preferido viajar a Europa que a Chiapas y a Yucatán, aunque me he quedado con enormes ganas de visitar ambos estados.

En fin, seguimos hablando de viajes y los suizos nos platicaron de lugares y ciudades que ellos habían visitado en México, pero los cuales yo no había oído mencionar y de los que mis compañeros connacionales sólo hacían comentarios como: "Ah, sí. De ese lugar hace referencia un libro que tengo y parece ser una buena opción de viaje, pero no lo conozco realmente."

Lógicamente seguimos la conversación en una forma más irónica y así comenzamos a hacer comentarios como: "El nombre de ese lugar me parece familiar, pero quién sabe dónde está o qué sea eso...", incluso hacíamos referencias semejantes de sitios ubicados en la Ciudad de México, a manera de broma.

Finalmente, llegamos a la conclusión de que nuestros amigos suizos probablemente conocen más de México que nosotros, aunque ellos sólo han vivido en el país por un año aproximadamente, lo cual resulta bastante penoso de aceptar.

Sin embargo, cuando empezamos a hablar acerca de Europa, nos percatamos de que nosotros conocíamos más lugares que los suizos (que habían vivido ahí siempre antes de venir a México), y que, probablemente, podíamos mencionar muchas más ciudades visitadas por nosotros en ese continente que en nuestro propio país.

Esta situación me llevó a recordar que en el primer viaje a Europa, el cual hice con mi familia, conocimos a unos alemanes que acostumbraban viajar a México cada vez que tenían oportunidad de hacerlo y que, al igual que los amigos suizos, conocían más del país que nosotros y, nosotros, por nuestra parte, habíamos visitado bastantes ciudades alemanas, de las que ellos sólo conocían el nombre. La razón era la misma para ambas familias: mientras se tuvieran las posibilidades de viajar lejos, debíamos hacerlo, ya que en el futuro tal vez ya no fuera posible; en cambio, lo "propio" es siempre más accesible y, por lo tanto, realizable en cualquier momento.

He estado pensando bastante al respecto durante los últimos días, pero no he llegado a una conclusión muy convincente. Me parece extraño que uno muchas veces se siente atraído por los lugares más lejanos y que, en general, se prefiere conocer éstos en vez de los que nos rodean. Creo que aquí juega un papel importante la idea que se tiene, de que por ser lugares cercanos a nosotros, tenemos cierta facilidad para visitarlos y, por eso, no es urgente conocerlos, mientras que los viajes a otros países, debido a que pueden ser oportunidades únicas o temporales, conviene hacerlos inmediatamente o, cuando menos, no esperar demasiado para ello, porque no se puede asegurar que seguirán siendo posibles más tarde.

Aunque ésta parece ser una postura bastante racional, es importante considerar sus consecuencias: muchos terminamos (yo me incluyo aquí) aprovechando todas las ocasiones que tenemos de salir del país como si fueran las únicas y así logramos conocer diversos lugares, países y culturas ajenas a la nuestra; sin embargo, pocas veces nos interesamos en visitar lo propio, aunque sabemos que existe una gran afluencia de turistas que vienen a México, atraídos por las riquezas culturales y naturales del país.

A pesar de esto, tampoco creo que sea necesario suprimir los países lejanos o exóticos de nuestra lista de opciones de viaje y por eso no viajar a ellos, pero pienso que debemos considerar que también existen otros lugares más cercanos, que pueden ser igual o incluso más atractivos o interesantes que otros y que pueden resultar menos costosos en tiempo y en dinero.

La próxima vez que vea a mis amigos, les voy a comentar acerca de estas reflexiones y tal vez durante la cena podamos planear nuestro próximo viaje a algún lugar de interés dentro de México; y si no lo conseguimos, podríamos considerar ir con nuestros amigos suizos a alguno de sus viajes, como si fuéramos extranjeros empeñados en conocer lo más que podamos del país.