Parque Fundidora y El callejón del beso
Hua Wang*
Aquí estoy en el Parque Fundidora en la ciudad
de Monterrey, México. La fuente detrás de mí es un caldero donde se calentaba y
fundía el metal, el chorro de agua que cae representa el metal fundido cayendo
en moldes, para después hacer vigas, láminas y diversos objetos. En el siglo
pasado este parque era una fundidora industrial y contribuyó fuertemente al
desarrollo económico de la ciudad de Monterrey. Esto a su vez benefició a toda
la economía mexicana. Hoy en día todo el complejo es un parque público, con
áreas verdes y lagos. Muchísimas familias vienen con sus hijos todos los fines
de semana a pasar el día. También se puede acceder a las instalaciones de la
planta en un recorrido especial que te muestra la historia y el proceso de la
fundición del metal. Estar aquí me permitió conocer un poco del México del
siglo XX.
En esta
otra foto estoy en El callejón del beso, en la ciudad de Guanajuato, México. La
arquitectura de este lugar, así como su historia, cautivó mi corazón. El lugar
es una pequeña callejuela entre coloridas casas, sin embargo, en un punto se
vuelve tan estrecho que solo tiene el ancho del cuerpo de una persona, justo en
ese punto, en la parte superior, los balcones de dos casas se acercan tanto que
para dos personas paradas en el barandal de cada balcón les es posible darse un
beso tan solo inclinándose un poco. Esta arquitectura me pareció muy romántica.
La historia del lugar me hizo sentir muy triste, pues cuenta la leyenda que en
una de las casas vivía una bella joven, cuyo padre le prohibía tener contacto
con los hombres, pues no quería que su hija se fuera de su lado. Un día la
chica conoció a un señor y se enamoró de él, pero su padre, al descubrirlos,
encerró a la muchacha en su habitación, la cual justamente es la que da al
callejón, el amado de la muchacha al saber de esto y darse cuenta de la
arquitectura del lugar, hizo todo lo posible por comprar la otra casa del
callejón. Finalmente lo hizo y todas las noches la pareja conversaba largas
horas, cada uno en su balcón y al final se despedían con un beso.
Desgraciadamente, al final, el padre los descubre y en un ataque de rabia
asesina a su propia hija con tal de no verla en brazos de otro hombre. Prefiero
no pensar en el final de la historia, pues me deprime mucho, me quedo con el
hecho de que cuando dos personas se aman y, por diferentes circunstancias no
pueden estar juntas, quizás haya una inesperada forma de poder estarlo, como la
bella arquitectura de este lugar.
*Estudiante de China del curso Español 7
Profesora: Maricela Gómez
CEPE-UNAM, Ciudad de México
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