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Clara Angelina Aparicio Reyes

Alberto Vital Díaz*

La vida nos depara otras vidas. Basta con que nos pongamos en el lugar de quienes nos rodean: entonces empezaremos a sentir en nuestras personas una vislumbre de la riqueza de los demás destinos.

He tenido la suerte de tratar a una de las figuras más inspiradoras de la cultura mexicana. Doña Clara Aparicio tenía desde jovencita, a juicio de su esposo, sonoridades en el nombre que revelaban una personalidad única.

Nació el 12 de agosto de 1928.

Clara se relaciona con claridad, nitidez, transparencia.

Angelina nos remite a Ángela, a ángeles, a apariciones sobrenaturales.

Aparicio confirma esta idea de presencia única, como Beatriz para Dante.

Reyes se dirige hacia nociones de realeza, de poder, de reinado, de dominio.

Clara Angelina Aparicio Reyes se ha plantado frente al mundo como una claridad angélica y una aparición real.

Muy real.

Ha vivido entre cambios de épocas, como desde hace tiempo vivimos todas las personas. Le tocó ser tradicional y le tocó vivir mutaciones muy significativas en los lazos entre los sexos y géneros.

Y digo “se ha plantado”; más bien debería decir que coexiste con plantas: fresas, frambuesas, zarzamoras, guayabas. Plantar es plantarse, pasar del nomadismo al asentamiento, de la Tierra al terruño sin impedirse ser aún de la Tierra.

Hasta hace poco su sabiduría la llevaba a nadar cientos de metros diarios, a alimentar a sus perros –sus “chuchos”–, a exponer mediante la pintura su percepción íntima de la familia: una hija y luego tres hijos varones, todos llamados Juan.

Ha dejado caer aquí y allá briznas de su sabiduría acerca del poder y del hacer. Ofrece consejos a las personas a las que quiere. De hecho, ofrecerles consejos es una manera de sugerirles que las aprecia de modo muy personal. También les regala mermeladas de su huerta, compotas, chiles en vinagrillo, pan y galletas. Cuida el ser una anfitriona muy selectiva y muy generosa.

Se le ha fotografiado con talento, incluso con genio, y varias de sus fotos son tan intemporales como todo arte mayor.

Poder. Hacer. Las mujeres han ejercido una influencia variable en el poder y en el hacer del mundo. Nunca tendremos un algoritmo que nos responda a esta pregunta: ¿Cuál y cuánto ha sido en números absolutos y en proporción el influjo de las mujeres en las historias personales, familiares, locales, regionales, continentales?

Clara Angelina Aparicio Reyes se ha hecho presente en miles y miles de vidas sin que ellas lo sepan y sin que acaso ella misma llegue a medir los alcances de su presencia ante el mundo. Esta presencia ocurre y seguirá ocurriendo gracias a la literatura: estuvo casada con Juan Rulfo desde 1948 hasta el día, en enero de 1986, en que él partió hacia otras dimensiones.

Sin ella jamás se hubieran escrito El Llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955), esas obras maestras de la lengua castellana. Y de todas las lenguas.


Imagen: editorial RM

*Director del Centro de Enseñanza para Extranjeros
CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México



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