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¡Al fin! mi viaje a México

Laura Díaz

Tortas Insurgentes*

Tortas locas**

Desde la ventanilla del avión, el D. F. se ofrecía a mi vista a través de una superficie acuosa y semitransparente: Dios mío! Será eso la contaminación de que tanto hablan?. Después de contemplar algunos minutos esta como pantalla borrosa, me atreví a preguntarle a mi vecina mexicana, médica de "Médecins sans frontières", radicada en Amsterdam, quien respondió con un sencillo sí a mi anhelante pregunta .

Como el semáforo de Aduanas me acogió en verde, me dirigí, con el subsecuente alivio, al encuentro de mi prima, que tuvo que conducir cerca de dos horas hasta su casa en las Lomas de Tecamachalco, ya en el estado de México, aunque en la práctica ella vive en el D. F.. Lo que más me llamó la atención en éste mi primer recorrido por las zonas residenciales fueron los muros, pintados o cubiertos de yedra, de por lo menos dos metros de altura que cubren las fachadas de las casas.

El trago de tequila puro fue lo primero que se me sirvió, con la misma naturalidad con que estos anfitriones colombianos hubieran ofrecido un tinto en nuestro país. Y más tarde, esa misma noche, en el charco de las ranas, inicié mi degustación de los antojitos mexicanos con los tacos al pastor y el agua de jamaica.

La primera anotación en mi agenda, para el día siguiente, era la visita al Museo de Antropología. Aquí, entre otras muchas cosas, observé que los maestros de la escuela primaria explican a sus alumnos, de una manera muy vívida, las raíces y el desarrollo de sus culturas prehispánicas.

En uno de los primeros días, tuve el privilegio de que se me explicaran uno a uno los murales de la Ciudad Universitaria, comenzando por el de Diego Rivera en el Estadio Olímpico, hasta el último y más recóndito de todos en el edificio de Ingeniería? (Rebeca, mi guía, puede aclarar la duda). Este "tour" incluía las esculturas del colombiano Rodrigo Arenas Betancourt, que no tuve tiempo de ver esta vez. Volví a encontrarme uno que otro mural por las avenidas de la ciudad, en la Plaza de las Tres Culturas y, al final, deslumbrarme con los que hay en el Palacio de Bellas Artes, de Diego Rivera y Rufino Tamayo, entre otros.

No podía dejar de visitar la basílica de la Virgen de Guadalupe, que está como en una ciudadela a la que se llega por un largo paseo central, repleto de elementos representativos de esta devoción.

Teniendo en cuenta que llevaba mi plan de visita, le correspondía ahora el turno a otros sitios:

Cuernavaca, su ambiente tropical.

Taxco, delicioso para caminar por sus calles empedradas y soleadas, y deleitarse curioseando los objetos de plata que venden.

Subir, con no poco esfuerzo, el cerro del Tepozteco para, al llegar a la cima, ser premiada con la vista de un paisaje esplendoroso.

Puebla. Poco tiempo el que pude dedicarle, para las joyas arquitecturales que tiene. Suficiente, sí, para la capilla del Rosario, por ejemplo, y para probar el mole poblano.

Oaxaca siempre bullendo de actividad y de turistas, pero con tantos espacios amplios y soleados para pasear, y extraordinarios monumentos prehispánicos y coloniales para admirar. También están los bucólicos pueblos artesanales como Teotitlán del Valle donde, mientras se aprecian los tejidos, se puede oir hablar zapoteco o informarse sobre los diferentes tipos de mezcal y sus efectos.

Y así, aunque podría seguir la lista, México lindo y querido, hasta la próxima.

* Venta de tortas en la avenida Insurgentes de la ciudad de México

** Cadena de venta de tortas muy popular