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Viaje de un alumno de la ESECA, en Canadá, al CEPE-Taxco, en México

Robert Beaudoin*

Empecé mi curso de español en el CEPE canadiense de la UNAM en Hull, Canadá (ahora Gatineau) en la primavera de 2001, donde vi por primera vez los carteles anunciando la posibilidad de estudiar en el CEPE-Taxco en México. Me pareció una buena idea y, desde ese momento, me propuse ir a Taxco cuando alcanzara un nivel de conocimiento del idioma bastante avanzado para poder funcionar respetablemente bien en un contexto de inmersión total. Entonces, en mayo de 2003, después de haber terminado el cuarto nivel de español en la UNAM-ESECA y de haberme comunicado con el CEPE-Taxco por Internet para obtener toda la información que necesitaba, decidí terminar el quinto nivel allá.

Despegué del aeropuerto de Ottawa, capital nacional de Canadá, muy temprano en la mañana del 11 de junio pasado con destino a Detroit, EUA, para tomar un vuelo en la línea aérea Northwest hacia México. Llegué al aeropuerto de esa gran ciudad de casi 25 millones de habitantes (en comparación con los 31 millones en todo Canadá) al principio de la tarde a bordo de un Airbus 319 que me transportó muy cómoda y rápidamente. Pero mi destino era Taxco y no México, así que tuve que tomar un autobús de la compañía Pullman de Morelos para ir del aeropuerto de México hasta la ciudad de la eterna primavera, Cuernavaca, donde tomé un camión de la compañía Estrella Blanca hasta Taxco. Llegué a mi destino final a las siete de la tarde, después de cinco horas, más o menos, en la autopista México-Acapulco, admirando el paisaje verde de la época de las lluvias y descubriendo las primeras señales de la pobreza de este país.

Taxco, ubicada a 1750 metros de altura, en las montañas del estado de Guerrero, es una joya de la época colonial declarada monumento histórico. Sus casas blancas con techos de teja roja agazapadas en las faldas de las colinas vecinas le dan un aire de pueblo andaluz. Sus calles estrechas y empedradas, que serpentean entre antiguas casas relativamente bien conservadas, son un verdadero laberinto donde los taxis y las combis de transporte colectivo son reyes y donde el peatón arriesga su vida en cada intersección.

Taxco fue conquistada por los españoles en 1552, quienes explotaron sus riquezas mineras. Fue en el siglo XVIII cuando la ciudad alcanzó su desarrollo definitivo, cuando José de la Borda descubrió un importante yacimiento de plata que explotó y con el cual hizo fortuna. Dos siglos más tarde, en 1929, el arquitecto estadunidense William Spratling llegó a Taxco y volvió a impulsar el trabajo de la plata con los joyeros de la región. Diseñador de profesión, se convirtió en un orfebre emérito y gracias a él la ciudad se volvió la capital mundial de la plata, a tal punto que sus joyas son demandadas en grandes capitales como París, Londres y Nueva York.

Hoy en día las minas de plata están casi agotadas; sin embargo, las joyas de plata siguen siendo uno de los principales recursos de la ciudad: estoy seguro de que no sería exagerado decir que hay por lo menos cien tiendas de plata (se llaman también tianguis de plata) permanentes sólo en las calles del centro de Taxco, tiendas que, con el mercado de los fines de semana en la Avenida de los Mineros, venden millones de objetos de plata.

El CEPE-Taxco está ubicado en la ladera de una montaña, en un lugar que se llama la Ex-Hacienda del Chorrillo (es una catarata sin agua cuando no hay lluvia) que, hace muchos años, perteneció a un nieto de Hernan Cortés, un conquistador de México. Es un lugar muy histórico y todos los salones del CEPE están en edificios antiguos que fueron testigos de la historia del país. Es también un lugar donde cada traslado de un salón a otro significa una subida o una bajada, lo que mantiene a los estudiantes y maestros en muy buena forma física.

Los cursos de español en el CEPE-Taxco son cursos intensivos de seis semanas; yo tenía clase cinco horas y media por día, es decir, un curso de español de las nueve a mediodía y un curso de historia de dos horas y media en la tarde; los cursos de la tarde eran dos cursos de cultura que no eran obligatorios, pero que estaban incluidos en el costo total, lo que me permitió tomar un curso de Historia General de México y un curso de Historia General de América Latina, con el resultado de que ahora conozco mejor esta historia que la historia de mi propio país.

La escuela tiene una biblioteca, una piscina y computadoras y organiza visitas guiadas los fines de semana. Durante mi estancia, participé en dos de estas visitas: la primera fue un viaje a Teotihuacan , sitio arqueológico ubicado al noreste de la ciudad de México, donde escalé las pirámides del Sol y de la Luna y visité el templo de los dioses Quetzalcóatl (Dios de la fertilidad) y Tláloc (Dios de la lluvia), donde se cree que hubo sacrificios humanos ; y la segunda fue un viaje a Tepoztlán, un pequeño pueblo cerca de Cuernavaca, para escalar una montaña muy escarpada (subida muy exigente, de una hora, más o menos) y ver la pirámide del Tepozteco, sitio de una leyenda del mismo nombre muy bien conocida en esta región del país.

Visité también, por mi cuenta, las Grutas de Cacahuamilpa, ubicadas a una hora en camión de Taxco y cavadas por el mar, aunque se encuentran a 1500 metros arriba del nivel del mar; son unas series de grutas muy grandes, ocho kilómetros de longitud y una con un auditorio en el que pueden caber 1500 personas y donde hay conciertos de música de vez en cuando, así como muchas formas impresionantes de estalactitas y de estalagmitas, como una botella de champagne, un trono de rey, un jorobado, una mujer dormida, etcétera.

En mi clase de quinto nivel, había cinco estudiantes, entre los cuales tres eran del sur de Estados Unidos y hablaban español con soltura, lo que me permitió practicar mucho y me puso en contacto con acentos diferentes. Los maestros del CEPE-Taxco son excelentes y muy dedicados: hacen todo lo que pueden para ayudar a los estudiantes.

Durante mi estancia en Taxco, viví en una pensión con una familia cerca del Zócalo (centro) de la ciudad. El Zócalo es un lugar donde hay muchas actividades de todos tipos: me pareció que casi toda la gente de la ciudad se reunía allí todas las noches. Es un lugar donde se encuentran también museos, bancos, tiendas de plata, vendedores de todo, mendigos, jóvenes, niños, y donde está la atracción principal de Taxco (después de la plata), la iglesia de Santa Prisca, la cual es un templo, una catedral que fue edificada por y bajo la dirección de don José de la Borda. Este templo se empezó a construir en 1748 y se terminó el 3 de septiembre de 1758. Es una catedral increíblemente lujosa, cuya construcción dejó a José de la Borda completamente arruinado y que visité algunas veces para asistir a la misa y a conciertos de guitarra clásica.

En mi equipaje, llevé una cosa que se volvió totalmente inútil en Taxco: un despertador. Lo que pasó es que cada mañana los gallos me despertaron a las cinco, los perros a las seis y las campanas de las iglesias a las siete (hay muchas iglesias en Taxco), entonces, no era posible no despertarme en la mañana.

Al final, después de seis semanas en un contexto de inmersión total en español (decía la gente que yo hablaba muy bien), llegó el momento de rehacer mis maletas, tomar de nuevo los camiones Estrella Blanca y Pullman de Morelos y de dejar que el mismo Airbus de Northwest me llevara hacia mi punto de salida, la capital nacional de Canadá.

Fue un viaje muy interesante y una experiencia muy enriquecedora. Aunque creía que conocía México por haberlo estudiado en los libros Pido la Palabra, hubo algunas cosas que me sorprendieron mucho en Taxco, como el tráfico sin señales o semáforos, perros por todas partes que viven con la gente y sufren con ella, la contaminación del aire y la falta de agua. Ahora puedo decir que, antes de ir a México, no conocía la pobreza, porque no podemos conocerla antes de verla, no conocía la contaminación del aire porque no podemos conocerla antes de olerla y no conocía las dificultades engendradas por la contaminación y la falta de agua. Ahora, creo que conozco un poco mejor ese país y las condiciones de vida del pueblo mexicano que, para la mayoría de la población, son extremadamente difíciles y lo peor es que no saben cuándo mejorarán.

*Estudiante egresado de
UNAM-ESECA en Gatineau, Quebec, Canadá