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Un día cualquiera

Roberto Cortés*

    Un día cualquiera...

    hace tiempo,

    quise comprobar de qué estaba hecho,

    cuál era mi esencia última,

    por eso, de manera deliberada,

    fui soltando todas mis amarras:

    abandoné (por un tiempo) a mi familia,

    me alejé de mis amigos,

    dejé de contestar llamadas

    apagué la televisión,

    cerré las puertas,

    decliné invitaciones a comer,

    no respondí a besos ni caricias,

    me bajé de la banqueta y caminé en sentido opuesto,

    me despojé de mis sentimientos,

    regalé mi reloj y extravié la agenda electrónica,

    olvidé nombres y direcciones,

    abandoné mi fe tras la puerta de un motel,

    le jugué una broma a la muerte,

    pero me di cuenta que la muerte no tiene sentido del humor...

    llamé a la soledad,

    platiqué con el delirio,

    viví en la ingravidez...

     

    y creo (me convenzo ahora) que encontré mi última esencia.

     

    Mirando el techo de mi cuarto a oscuras,

    comprendí que mi esencia son los otros,

    por eso celebro tu llegada,

    por eso me regocijo en tu mirada,

    porque cualquier corriente de aire

    tumbaba ya mis pasos,

    porque acepto el sin sentido de la vida

    pero me aferro a tus caderas,

    me ciño a tus medidas,

    para pasar contigo la noche entera.

     

    * Egresado del Diplomado en Enseñanza del Español a no Hispanohablantes,

      CEPE-UNAM en México, D. F.