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Los hechos históricos: La Revolución Mexicana y su impacto cien años después

 Jean Martin Mvogo Onana*
Fotografía tomada de: www.fondodeculturaeconomica.com/ED_Detalle.asp?ctit=050013R

La historia de un pueblo es su memoria y nadie debería borrar una letra del camino de una nación. Las páginas negras o rosas de la historia de cada pueblo constituyen su cultura, justifican su manera de ser y de actuar. 

En nuestra civilización contemporánea, tenemos la costumbre de tomar un tiempo para evaluarnos. Eso nos ayuda considerablemente. Además, es necesario saber de dónde venimos para poder expresar nuestra identidad. Y una manera de ser auténtico es justamente poder escribir, relatar y leer su propia historia sin vergüenza, sin pretenciones pero con optimismo. Las crisis de hoy encuentran su origen en la crisis de identidad, es decir, en la falta de conocimientos sobre sí mismo, sobre su historia propia. En este sentido hemos de consultar, promover y escribir la historia para que no se pierdan las referencias, las culturas, el genio de cada momento del estar de un grupo social organizada.

Aquí tenemos la razón de exaltar el tiempo pasado que constituye nuestro estar de hoy. Para los mexicanos por ejemplo, la independencia y la revolución son dos hechos históricos muy importantes. No sería ingenuo entonces, reflexionar un poco sobre estos acontecimientos para saber ¿en qué sentido hay que festejar la Revolución Mexicana con tanta mortandad como produjo cien años después? ¿La Revolución Mexicana ha logrado sus objetivos?

La palabra "revolución" en griego es Επανάσταση. Al analizarla literalmente obtenemos: Επ (en), ανάσταση (resurrección). Entonces, la revolución sería la resurrección en. Y la resurrección es un paso de un estado a otro, es decir una vuelta o un cambio radical de estado. En este sentido, no se puede pensar que la revolución mexicana fuera solamente a nivel ideológico, sino que en realidad es la expresión "del corazón sangrante del pueblo" frente a las injusticias sociales y políticas.

Según Alfredo R. Martínez, maestro de literatura Mexicana Contemporánea del CEPE, la razón de la Revolución Mexicana fue "combatir las injusticias de la dictadura de Porfirio Díaz para establecer la democracia y beneficiar a las clases pobres". Para aclarar este punto vista, reconozcamos con Octavio Paz las causas y motivos detallados de la Revolución: "En primer término, la situación política y social del país. La clase media había crecido gracias al impuso adquirido por el comercio y la industria, que si estaban en su mayoría en manos extranjeras, utilizaban un personal nativo. Había surgido una nueva generación, inquieta y que deseaba un cambio. La querella de las generaciones se alía a la discordia socia. El gobierno de Díaz no era nada más un gobierno de privilegiados, sino de viejos que no se resignaban a ceder el poder."[1] Para continuar profundizando en este tema, Alfredo R. Martínez me recomendó que leyera las novelas Los de abajo, de Mariano Azuela; El águila y la serpiente y Memorias de Pancho Villa de Martín Luís Guzmán; me aconsejó también que le echara un vistazo a los cuentos: Las fiestas de las balas, de Martin Luís Guzmán, y Orocaballos y hombre, de Rafael F. Muñoz; todo esto para poder obtener una visión amplia de lo que pasó en 1910 en la tierra madre querida y linda.

LOS DE ABAJO llama más la atención porque su autor, Mariano Azuela, conoció y vivió la época de la Revolución, así que sus escritos tienen credibilidad. Mariano Azuela (1873-1952) fue médico de una de las facciones, la que comandaba Francisco Villa, un valioso luchador de la Revolución que preparó Madero; Villa fue el aliado de Emiliano Zapata. En su obra LOS DE ABAJO, Mariano Azuela trata de dibujar el drama doloroso, el malestar extremo de los pobres. El autor reporta al respecto: "Y los serranos, después de estrecharles fuertemente las manos encallecidas, exclamaban: - ¡Dios los bendiga!...Ahora van ustedes; mañana correremos también nosotros, huyendo de la leva, perseguidos por estos condenados del gobierno, que nos han declarado guerra a muerte a todos los pobres; que nos roban nuestros puercos, nuestras gallinas y hasta el maicito que tenemos para comer; que queman nuestras casas y se llevan a nuestras mujeres, y que, por fin, donde dan con uno, allí lo acaban como si fuera perro del mal."[2]

La historia nos previene y nos enseña para que no caigamos en los errores de nuestro pasado. En este sentido, cada pueblo lleva consigo mismo su propia historia como una herencia del pasado que influye nuestra manera de ser y de estar hoy. La sombra de un pueblo es su historia. Octavio Paz, hablando de la revolución mexicana, dice a propósito que "la revolución es un hecho que irrumpe en nuestra historia como una verdadera revelación de nuestro ser"[3]. Esa aserción parece un poco exagerada, pero como dice Joel V. Soussa, "la historia con el tiempo solamente sirve para desnudar"[4], para hacer una introspección de sí mismo. Aquí tenemos la clave, el nudo del problema. La Revolución Mexicana fue violenta y mortal porque había faltado la comunión y la comunicación entre las clases sociales y políticas. El individualismo o la negación del Otro, el materialismo o el tener y el hedonismo o el placer han sido causas y motivos profundos de la violencia, porque siempre amenaza la existencia, la estancia y la dignidad del ajeno, del otro convirtiéndole un objeto, un medio económico, un instrumento sexual, un esclavo.

Todo esto nos permite decir que toda reflexión sobre el pasado no es una penosa pérdida, sino que nos hace pensar sobre nuestra manera de vivir con los demás. En la lógica científica, las mismas causas producen los mismos efectos en las mismas condiciones. Es decir, que es urgente poner más atención en la educación de las costumbres y culturas, la formación de las conciencias, la promoción de los valores humanos, como la justicia, la equidad, la reconciliación, lo sagrado de la persona. Visto desde este ángulo, festejar la Revolución Mexicana cien años después toma un giro más humanista. Así, la Revolución no sería la vuelta al caos, sino la resurrección, es decir, ponerse de pie todos para caminar y actuar juntos. No son los medios los que hacen falta para alcanzar este proyecto de construcción de una nación unida y abierta, sino la voluntad personal de cada uno de hacer suyo este proyecto. La buena imagen de la revolución hoy en día es la revolución mental o espiritual. El futuro se jugará sobre nuestra espiritualidad de hoy, si fuera una espiritualidad de comunión, de verdadera y digna relación, entonces lograríamos la construcción de la humanidad que todos soñamos.

Así consideramos que la independencia, que es un trato de libertad, no es efectiva sino en la medida en que tome en cuenta a cada persona. Mi libertad depende siempre de la del otro, porque no soy un ser aislado, sino un ser con los demás. La libertad es una conquista permanente. El hombre verdaderamente libre goza de su libertad liberando al cautivo. La independencia no quiere decir negación o rechazo del apoyo de los demás, vivir en soledad; es una etapa de la madurez humana, social, política y económica.

* Estudiante camerunés de Español, Intermedio 1
CEPE-UNAM, México, DF

juanmartin2333@live.com.mx




[1] O. PAZ, El laberinto de la soledad, CFE, México, col. Popular, sexta impresión, 2008, pp.149-150.

[2] M. AZUELA, Los de abajo, Fondo de cultura económica, México, 1995 (cuarta edición), [1916 (primera edición)], p. 17.

[3] O. PAZ, El laberinto de la soledad, Op.cit., p. 148.

[4] J.V. SOUSSA, LA CARAMBADA realidad mexicana, ed. Cimatario (cuarta ed.), Querétaro, 1994, p.6.