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Los hijos de las nubes

Francisco José Rodríguez Puente González

"¡Qué bello es morderle una nube a la noche

en Toxtlacoaya!

Las estrellas

Se salpican

Con un mar de ratones alados,

Y el maullar de un canto

Nostálgico de piedra volcánica y viento

Descubre que al cráter

Sólo se trepan los gatos"

En Toxtlacoaya,1 desde muy temprana edad se enseña a los niños que no se muevan de donde están si se pierden: "Siéntense en una peña, o en un tronco --les advierten los ancianos--, guarden la calma y no desesperen, pero sobre todo , y pongan mucha atención en esto, si de pronto ven llegar a unos niños arrugados, como si fueran viejitos chiquitos, no les hagan caso, ignórenlos y de ser necesario aléjenlos con groserías y mentadas de madre pero bajo ningún concepto los sigan, pues los chaneques los perderán y nunca los volveremos a ver".

Se dice que estas criaturas, también conocidas como tlaloques, viven entre las nubes junto a su padre, el dios de la lluvia, Tláloc; tiene los pies torcidos hacia atrás por lo que al correr, las huellas que van dejando apuntan a la dirección contraria. De esta manera, los que osan perseguirlos pierden la pista rápidamente. Se dice también que son pequeños como niños y que su piel es arrugada y fea. En el cielo, están rodeados por miles de cantaritos de barro llenos de agua y disfrutan azotándolos con sendas varas, creando un sonoro trueno que predice a los que habitamos en la tierra la proximidad de una tormenta; muchas veces, los chaneques se emocionan demasiado y rompen alguno de los cantaritos provocando una lluvia torrencial y en el peor de los casos, entre empujones y azotes, uno de los tlaloques se desploma de su nube y en su camino a la tierra traza un rayo de luz que culmina en un escandaloso retumbar (por eso se ve primero el rayo y después se oye el trueno).

Los chaneques tienen mal carácter y no es poco común escuchar historias de gente apedreada por estos malicioso hijos de Tláloc; incluso se cuenta de bebés robados de sus cunas para ser criados por ellos o jóvenes muchachas que se quedaron dormidas en el cerro y despertaron embarazadas. También dice la gente que cuando los niños hablan solos, es porque se han hecho amigos de un chaneque. Se roban las cosas, espantan niños, hacen males, pierden a los excursionistas: en fin, su capacidad para hacer travesuras a la gente es infinita. Lo único que se puede hacer contra un tlaloque es gritarle groserías, entre más peladas mejor; de este modo se asusta y se va. También, si se pierde uno, hay que ponerse al revés una prenda de ropa, la que sea, y pronto se encontrará el camino.

Un dato curioso sobre estos seres es que algunas veces les gusta alguna familia en particular y no la dejarán en paz nunca. Si piensa que cambiándose de casa solucionará el problema, está equivocado pues seguramente decidirá acompañarlo a su nuevo hogar.

Hay una historia de una familia que padecía un chaneque particularmente travieso. Hartos de las bromas del tlaloque, decidieron cambiarse de casa y de pueblo, hicieron su equipaje, vendieron lo que había que vender y se subieron a la carreta partiendo rápidamente y sin mirar atrás. Pasaron los minutos y de pronto la señora ordenó a su marido que parara los burros: había dejado la escoba en la casa y debía regresar por ella. De pronto se oyó entre los bultos una voz que les decía: "No se preocupen, sigan el camino que aquí la traigo".

1Se pronuncia "Toshtlacuaya", pueblito del estado de Veracruz, México, ubicado en las faldas del famoso cerro del Volcancillo, en las inmediaciones del Cofre de Perote, donde se dice que habitan chaneque