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Un viejo que leía novelas de amor

Gonzalo Lara*

Hacia mediados de los noventa trabajaba en una librería ubicada en un centro comercial para gente con altos ingresos económicos. Entre los clientes frecuentes había políticos, escritores, periodistas, funcionarios y demás personajes más o menos conocidos en diferentes sectores de la sociedad que a veces se quedaban a platicar con el dueño y con nosotros, indirectamente. También iban señoras de la alta sociedad para que les recomendáramos alguna novelita que las atrapara y que fuera de fácil lectura, sobre todo.

Fue por ese tiempo que, por alguna razón (pues el libro ya había salido algunos años atrás), se puso de moda este título del chileno Luis Sepúlveda, Un viejo que leía novelas de amor, y esas señoras lo devoraban en cuanto llegaban nuevos ejemplares. Automáticamente me rehusé a leerlo, tenía yo como diecisiete o dieciocho años y lo que menos quería era leer una "novelita" best-seller que se llevaban como pan caliente(1) las señoras fresas(2) del jet set(3).

Fue hasta varios años después, como diez, que, irónicamente, una señora de clase media alta, amistad mía por alguna razón, me regaló justamente este libro (tal vez hasta yo se lo vendí en aquella librería en la que trabajaba). Lo acepté agradecido y lo dejé por ahí para alguna vez leerlo, mas sin mucha intención de hacerlo. Pero sí lo hice, un día de descanso en que me agarró la curiosidad.

Lo leí de corrido en un día, de una sentada(4), como se dice. Desde la primera página no lo pude soltar. En pocas palabras, me pareció una historia atractiva que asocié a los ambientes de suspenso y vida salvaje de Jack London con los escenarios tropicales de selvas interminables y llenas de magia del uruguayo Horacio Quiroga, uno de los clásicos latinoamericanos.

El protagonista es un antihéroe fastidiado de la civilización occidental; involuntariamente se aleja de ella y a lo largo de los años logra descubrir, entender y aceptar los misterios y la sabiduría de las profundidades de la selva sudamericana y sus habitantes, tanto humanos como animales y vegetales y hasta espirituales. El supuesto "progreso" de la civilización sigue avanzando, es decir, destruyendo la naturaleza en nombre de intereses económicos y es llevado a cabo por personajes insensibles y zafios. El protagonista se enfrenta a ese avance y a la impotencia de ser sólo un espectador incapaz de detener la maquinaria voraz, que destruye material y espiritualmente lo que se pone enfrente.

La lectura es muy agradable y ágil. Transmite sensaciones intensas que hacen reflexionar sobre lo desafortunadamente "humanos" (en el mal sentido de la palabra) que somos los humanos y lo bien que estaría la naturaleza sin las ambiciones de progreso a costa de todo.

Al final también me dejó la lección de aprender a dejar a un lado los prejuicios y, como dice el refrán: nunca juzgues a un libro por su portada.

====Vocabulario =======

(1)  La expresión como pan caliente se refiere a algo que se vende mucho y rápidamente. Se supone que antes, en México, cuando las panaderías ofrecían el pan, precisamente caliente, la gente lo compraba inmediatamente, recién salido del horno.

(2)  En la ciudad de México y en varias partes del país, se dice que una persona es fresa cuando tiene o pretende tener altos ingresos económicos y le gusta presumir esa posición social y económica que tiene o pretende tener.

(3)  jet set: término más o menos en desuso utilizado para referirse a un grupo social de muy altos ingresos económicos y que puede llevar una vida muy relajada y llena de comodidades.

(4)  Como su nombre lo dice, de una sentada quiere decir que algo se hace y no se deja de hacer hasta que se termina, generalmente leer, revisar un escrito, dibujar, escribir o algo similar.

 

Otras fuentes de información sobre el autor:

http://www.revistateina.com/teina/web/teina16/lit8.htm

http://www.lecturalia.com/autor/3178/luis-sepulveda

Profesor de la UNAM
CEPE-CU, México, D.F.
moztrenko@yahoo.com