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Entrevista a Lenka Crespo, narradora de cuentos

Emma Jiménez Llamas

-¿Lenka, cómo surgió tu gusto por contar cuentos?

-En una ocasión mi amigo Marco Antonio Muñiz*, sonero** como pocos, me invitó a trabajar en la difusión de la música entre los niños. Descubrí con ellos que despertando su imaginación se interesaban en la música, que la sentían parte de ellos.

El proyecto se llamaba "Un viajecito por México". Con narraciones se iba presentado la música y las tradiciones del país a los niños y niñas. En cada región existen cuentos populares, que iba yo tomando para presentarles los intrumentos y la música regional. Por ejemplo, para Veracruz, tomaba a los conejos como personajes. En los cuentos populares, los conejos son personajes omnipresentes. Están en las narraciones sobre la fruta, la pesca, en todo; son personajes traviesos, muy traviesos. Para Michoacán, hasta inventé uno sobre el nacimiento del volcán Paricutín. Lo llamén "El Paricutín resfriado". Si, cuando le agarra la gripe, empieza a estornudar, es decir, a hacer explosión. También en esa época, inventé "El duende de la música".

-¿Cuándo empezaste a contar cuentos por tu cuenta?

-El "Viajecito por México" me dejó gratas experiencias y me despertó el gusanito de contar cuentos. En una ocasión llevé a mi amigo Alonsito Coronado al museo, y ahí nos encotramos con que la guía estaba teniendo problemas para interesar a su público infantil en la historia del muralismo mexicano. Me propuse ayudarla y ahí resurgió el "Duende de los cuentos", que lleva en su espalda la historia de México. La experiencia resultó muy interesante, pues logré despertar su imaginación e interés, tanto que hasta los niños y niñas presentes intervenían para decir que algún pariente les había contado alguna vez un cuento.

Yo le conté a todo mundo esta experiencia, y no faltó quien me alentara a hacerlo de manera profesional. Esto lo rechacé rotundamente en un principio; sin embargo, en una ocasión unos amigos que conocían mi gusto por la narración a los niños me dijeron que, por favor, por única vez, sustituyera a un cuentacuentos. Lo hice no una vez, sino varias veces, hasta que me incorporé de lleno al programa para niños del Instituto de Cultura de la Ciudad de México, que se llamaba "Trova para los niños". Así, de junio de 1998 hasta abril de este año 2001, con una frecuencia de al menos dos veces por semana, recorrí contando cuentos innumerables parques, escuelas, colonias y foros de la ciudad de México.

-¿Nos podrías referir alguna de las experiencias inolvidables que hayas tenido en este largo recorrido por la ciudad más grande del mundo?

-Pues no una, dos o tres, casi todas fueron inolvidables, pero se me viene a la memoria una ocasión en la que ¡me invitaron a que fuera a contar cuentos a una escuela de niños y niñas sordomundos! Pero cómo iba a contarles algo que es totalmente oral. Me comuniqué con el director de la escuela y le expliqué, a lo que el respondió que el objetivo de la escuela era dar a conocer a los niños y niñas sordomudos todas las manifestaciones culturales.

Cuando estuve frente a ellos, mi inclinación natural inconsciente era gritar para que me oyeran, pero me hicieron saber de inmediato que no les gustaba que les gritara. El traductor encontraba dificultades para seguirme en mi narración pues soy, como podrán suponer, muy rápida al hablar. En esa ocasión me di cuenta de que todos mis gestos, mis movimientos, toda mi expresión corporal era importantísima. Llegaron incluso varios niños a pararse e ir a tocarme para saber lo que estaba sintiendo; en el momento me sentí un poco extraña, pero después, reflexionando, consideré que era muestra del interés que logré despertar en los niños y niñas sordomudos.

Otra ocasión inolvidable sucedió en la región rural de la ciudad de México, en la Delegación Milpa Alta, en el barrio de San Antonio Tecomitl. Contaba a los niños y niñas un cuento sobre un colibrí, cuando un niño se levantó y le hizo cambios al cuento, después uno más pidió la palabra y le hizo otros cambios, y luego otro, y así lo fueron cambiando totalmente. Era tal el interés por participar en el cuento, que me tuve que sentar en medio de ellos y, nos fuimos pasando una bolita de papel para ir contando el cuento. Cuando lo terminamos, los niños siguieron con otras narraciones locales. Los adultos que estaban iban introduciendo precisiones. Narraciones de personajes, de lugares, de casas, de sucesos.

Todo ello me despertó la idea de recuperar la narración oral de pueblos y localidades de la ciudad. Con estos niños hicimos el compromiso de introducir ilustraciones a las historias que refirieron.

-¿Cómo llegaste a ser narradora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes?

-Abrieron una convocatoria para incorporar a tres narradores más a su plantilla dentro del programa "Alas y raíces a los niños".

Nos presentamos más de veinte concursantes. Yo estaba temerosa, pero finalmente fui seleccionada. Para mí, formar parte de un grupo de narradores profesionales representa a la vez una gran satisfacción y una gran oportunidad de mejorar mis técnicas de narración oral.

El proyecto, según me refieren, es extender este programa a todo el país, y llevar la narración oral a un nivel de expresión artística, como se da en algunos países, entre ellos Cuba, que cuenta con una tradición de años.

Mi trabajo se desarrollará en las escuela públicas y en los museos. En cada caso se tiene que hacer una investigación y después una elaboración de los resultados para la narración oral. En fin, estoy muy contenta pues este reconocimiento me alienta a seguir de cuenta cuentos. Y déjenme decirles que espero que alguna vez conozcan al Duende de los cuentos, les encantará.

* Homónimo de otro conocido cantante de boleros.

** los soneros interpretan sones, canciones populares del Estado de Veracruz, compuestas en cuartetas, sextetas o décimas y acompañadas de jaranas, arpa, pandero, violín y otros instrumentos musicales.