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México desconocido

Nadia Xodo*
Sierra de la Huasteca
Sierra de la Huasteca, Hidalgo, México

Foto: http://mexico-hidalgo.com/hidalgo-sierra-de-la-huasteca-corridor/

Hay un rostro de México que creo que no es muy conocido por nosotros que estamos viviendo en este gran país como extranjeros.

Basándome en mi experiencia, pienso que puedo decir que México no es sólo un país, sino un conjunto de pueblos, de culturas, de lenguas, de tradiciones diferentes y también de clases sociales que sí conviven, pero sin conocerse mucho.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de descubrir otro rostro de México (muy diferente de lo que podemos experimentar en Polanco, en la Colonia Roma o en el Paseo de la Reforma, que a mí me recuerda a Nueva York) porque con cuarenta jóvenes participé en una aventura única en mi vida y que, en verdad, me ha enriquecido enormemente del lado humano y también cultural, si consideremos la cultura como el estilo de vida que cada pueblo tiene y puede ofrecer a los demás.

Se trata de una semana que pasamos en la Sierra Huasteca, en el Estado de Hidalgo (México) y precisamente en una localidad que se llama Santa Cruz, que cuenta con más o menos 2.000 habitantes que se dividen en 50% menores de edad y 50% adultos. En esta localidad hay más de 30 pequeñas comunidades indígenas que viven en situaciones muy precarias. Una característica de la mayoría de la gente que se ubica allá es que hay sobre todo niños, adolescentes, mujeres y personas mayores de edad, porque los jóvenes y los hombres generalmente migran a otros territorios en búsqueda de trabajo y mejores posibilidades de vida.

Yo tenía el gran deseo de hacer esta experiencia, porque sabía que diez millones de mexicanos viven en las comunidades indígenas y quería compartir al menos un poco la vida y la cultura de esta gente.

Cuando llegamos, después de un viaje de ocho horas en camión, nos recibieron muy bien y nos hospedaron en las casitas de siete comunidades muy lejanas. Me impactó mucho ver cómo aunque tengan muchas necesidades primarias (falta de agua, de luz, de medios de trasporte... de hecho la gente camina varias horas para llegar a un lugar donde pueden buscar algo para comer), las personas que viven allá todavía son felices, generosas, muy amables y abren sin problemas no sólo sus casas, sino sus corazones.

Una dificultad que encontramos fue que la mayoría de la gente no habla español, sino la lengua local que es el náhuatl. Pero los chicos que hablan bien ambos idiomas nos ayudaron para traducir y entendernos con los adultos. Con los jóvenes que estaban conmigo organizamos varias actividades y juegos tanto para los niños, como para los adolescentes. Realizamos también visitas a las casas de las familias para compartir la vida de los adultos e invitarlos a algunas charlas. Fue una experiencia muy significativa porque la gente nos recibió con todo el amor y la generosidad posible. Durante la visita pudimos acoger sus dificultades, sus retos y sus alegrías y la relación que se estableció fue realmente recíproca.

Me gustó mucho también descubrir los talentos que tiene la población indígena en el campo artístico, de la música y del teatro y asistir a la representación en vivo del "via crucis" hecho por toda la comunidad.

Esta experiencia me sirvió mucho para darme cuenta de cuantas cosas tenemos en nuestra sociedad que al mismo tiempo faltan a otros pueblos que no tienen lo necesario. Comprendí también que es posible vivir con pocas cosas, sin consumismo ni conexión a internet. Pero creo que es necesario reflexionar y sobre todo encontrar soluciones concretas y recursos económicos y políticos para que cada pueblo de México pueda mejorar sus condiciones de vida, contando en particular con las "tres T", es decir: "techo, tierra y trabajo".

*Estudiante italiana de Español 5
CEPE-Polanco, UNAM, Ciudad de México


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