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Amanecer en una playa desconocida

Eric Martínez

 

Cuando el sol había alcanzado su zenit

y yo caminaba con la mirada fija en el desorden

de mi propia vida

cuando la ciudad parecía abandonada

y la luminosidad resplandecía en todo su exceso de verano

los edificios parecían flotar en una inmovilidad muda

las ruedas de los automóviles eran discos sin movimiento

cuando todos los relojes de la ciudad se habían detenido

marcando esa hora solemne

cuando el contraste entre luz y sombra había llegado a su máximo

y la geometría de las calles se revelaba recta y precisa

los ángulos marcaban con exactitud los límites.

Fue entonces cuando en medio de la luz radiante,

al tiempo que escuché como un chirrido lejano de trenes,

se apareció la figura de una joven vestida en largas vestimentas,

pálida, como una aparición venida de otro mundo

un mundo paralelo al nuestro, hecho de ensueños

hecho de todos los personajes que pueblan nuestra mente

y su mirada estaba dirigida directamente a mí.

Por un instante me sentí petrificado,

por un instante sentí el tumulto en mi corazón

pero luego me invadió una súbita calma.

Había por las calles de esa ciudad irreconocible

transeúntes taciturnos caminando con parsimonia en los gestos.

Alguien dejó caer una moneda que rodó hasta una boca de alcantarilla

donde tintineó suavemente.

Como una fugaz aparición o un espejismo de un tiempo futuro

Se extinguió la figura de la joven

el desplazamiento de los vehículos y los acontecimientos

parecieron retomar velocidad,

el murmullo total de la ciudad creció en una ola que me arrastró

de nuevo en una especie de torbellino.

Pensaba no obstante en el misterio de la luz

y buscaría nuevamente el encuentro de esa mirada silenciosa

 

Amanecer en una playa desconocida

por Eric Martínez*

Por detrás del horizonte,

un cuchillo cuyo filo nítido dibuja oscuro el mar,

con lentitud asciende el sol

y desprende (como dirían antes) “su cabellera hasta apartados rincones.”

Son piedras la tierra por los montes desnudos y áridos

y cada piedra refleja su fulgor plateado;

hacia allá dirijo la mirada

y paso a paso cruzo el silencio de estas extensiones

observando las agujas que marcan las lentas vibraciones

de las distancias más a lo lejos

donde cada objeto parece irradiar su propia figura

como si todo estuviera de un intenso movimiento

ordenado que se dirigiera en todas direcciones.

Esta mañana, ya lo sé, me iré hacia el mar,

me iré en mi velero balanceándome en las olas;

frente a mí en la distancia fundido el azul horizonte con el cóncavo cielo

el grito de las gaviotas en lo alto me darán un eje vertical,

en todas direcciones las grandes extensiones;

lejos de los acantilados, lejos del tumulto y múltiples agitaciones de la ciudad

Sí, aquí incluso mi propia figura parece irradiar un oscuro fulgor;

con pesada lentitud asciende en mí la certidumbre

de un movimiento ordenado que se expande en mi cuerpo en todas direcciones.

 

 

* Traductor y profesor de Español
UNAM-ESECA en Gatineau, Quebec, Canada
  Erik.Martinez@PWGSC.gc.ca